sábado, 11 de abril de 2020

De lectura

DE LECTURA

El libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. Jorge Luis Borges

   Para el narrador de Señora de rojo sobre fondo gris de Miguel Delibes -y probablemente para el propio novelista vallisoletano- el vicio o la virtud de leer depende del primer libro que se lea y del interés que suscite; si bien ese libro debe acercarse al lector de manera espontánea, pues es el lector quien debe descubrir ese mundo que se esconde tras ese mar de letras que conduce a ilustrar nuestra imaginación. Una vez que se inocula el veneno de la lectura, ese concebir con el autor mundos insólitos, inevitablemente asumimos que tras la realidad que nos rodea existe otra, a veces más atractiva, a veces más terrible. 
   Y siguiendo a Delibes, ese deseo de lectura está íntimamente relacionado con los libros, ya que el amante de los libros es un empedernido viajante del que tiene un pasaporte sin caducidad, como dice Irene Vallejo en su fascinante ensayo El infinito en un junco.

  Amaba el libro, pero el libro espontáneamente elegido. Ella entendía que el vicio o la virtud de leer dependían del primer libro. Aquel que llegaba a interesarse por un libro se convertía inevitablemente en esclavo de la lectura. Un libro te remitía a otro libro, un autor a otro autor, porque, en contra de lo que solía decirse, los libros nunca te resolvían problemas sino que te los creaban, de modo que la curiosidad del lector siempre quedaba insatisfecha. Y, al apelar a otros títulos, iniciabas una cadena que ya no podía concluir sino con la muerte. Sentía avidez por la letra impresa. Y me la contagió. Fue ella la que me aproximó a los libros, a ciertos libros y a ciertos autores. En realidad, me abrió las puertas de este mundo. Señora de rojo sobre fondo gris, pág. 22.

   Esa búsqueda de referencias literarias constantes me recuerda los momentos en que mi mujer Isabel y yo buscábamos con delirio en la Biblioteca Nacional los materiales académicos que reforzaran nuestros hallazgos de literatura oral, pues desde los años noventa localizábamos informantes para nuestros trabajos de campo en la Axarquía de Málaga para la asociación SELICUP (Sociedad Española de Estudios Literarios de Cultura Popular) a la que pertenecemos desde antes del primer congreso en la Universidad de Sevilla con Manuel Cousillas como presidente. Esa experiencia enlaza con esa insatisfacción que propone Delibes y que sólo el tiempo impedía su continuación, porque la cadena de relaciones carece de fin.

   La lectura -y no solo de lo literario, también de las imágenes- es tan necesaria en este mundo actual como lo es saber interpretar los mensajes que vemos constantemente en los medios de comunicación; pues a veces no basta con la lectura aparentemente neutra y objetiva de sentido, especialmente aquellos mensajes interesados en hacernos creer u opinar algo a sabiendas de que es contrario a nuestro punto de vista y que a veces repetimos sin darnos cuenta. Es imprescindible ser críticos y conscientes de que en ocasiones hay intereses espurios en ciertos textos.

   Me gustaría acabar esta entrada con un fragmento de Una historia de la lectura de Alberto Manguel, quien fuera lector de Jorge Luis Borges, ya que nos expresa con claridad lo fundamental que es la lectura.

   …es el lector […] quien interpreta el significado; es el lector quien atribuye a un objeto, lugar o acontecimiento (o reconoce en ellos) cierta posible legibilidad; es el lector quien ha de atribuir sentido a un sistema de signos para luego descifrarlo. Todos nos leemos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea para poder vislumbrar qué somos y dónde estamos. Leemos para entender, o para empezar a entender. No tenemos otro remedio que leer. Leer, casi tanto como respirar, es nuestra función esencial. (Pág. 21). 

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