GITANOS
Recuerdo que a veces venía una
gitana a nuestro piso de Villaverde para desayunar. No sé cómo se nos hizo
familiar aquella mujer gruesa que de vez en cuando traía a alguno de sus hijos,
uno de ellos se llamaba Moro. Siempre se han fijado en mi memoria por la
sonrisa que aparecía en sus rostros cuando mi madre les facilitaba un café de
aquellos que preparaba ella de recuelo con bastante leche y les añadía algún
bollo. Vivían en La Celsa, un grupo de barracones levantados con materiales
reciclados en la carretera de Villaverde a Vallecas.
Cuando estudié el COU me vi
obligado a visitar La Celsa con cierta frecuencia porque tuve que matricularme nocturno
en el instituto Manuel García Morente en Entrevías, dado que lo
hice muy tarde y en mi barrio no teníamos ningún centro. Yo cogía el autobús,
al que llamábamos la Petra (P-30), porque precisamente me dejaba en esa barriada
alejada de todas las comodidades de la ciudad, llena de escombros y
basura donde algún perro rebuscaba algo de alimento. Allí recordaba los
encuentros con aquella gitana gruesa y sus hijos pensando en que me los
encontraría por allí, pero en vano.
Al leer el ensayo de Isabel Fonseca (Nueva York, 1963), Enterradme de pie. La odisea de los gitanos, me vienen a la memoria esos recuerdos y me atrae la valentía de esta mujer estadounidense que, ajena al temor generado por los prejuicios que existen relacionados con el mundo gitano, se adentró en los primeros años noventa del siglo pasado en algunos países del oriente europeo para informarnos de la existencia de esta etnia que pervive a pesar de los sobresaltos a que se han visto sometidos.
La escritora estadounidense refleja el comienzo de esta etnia en Europa: No se sabe en realidad cómo comenzó la esclavización. Una teoría es que los gitanos llegaron como esclavos de los tártaros invasores que penetraron en Moldavia siguiendo la ruta del norte de Crimea. Es decir, eran ya esclavos cuando aparecieron en los principados y, abandonados en los campos de batalla por los tártaros derrotados, se quedaron a servir a sus nuevos amos húngaros y rumanos. (No se da ninguna explicación del hecho de que los tártaros dejasen semejante bagaje en los otros países de Europa central y oriental a los que atacaron.) Los gitanos habían sido siempre esclavos, se decía además, procedían de una clase paria de la India, llevaban la esclavitud en la sangre. Este análisis lo elaboraron sobre todo historiadores rumanos: la esclavitud se consideraba una mejora respecto a la condición anterior de los gitanos (sobre la cual no se ha determinado claramente nada, ni siquiera hoy) porque allí se les integraba al fin provechosamente en la sociedad. Un tal doctor Wickenhauser, que visitó los principados en el siglo XIX, corroboró el punto de vista de los historiadores rumanos anteriores y posteriores: los gitanos «quisieron convertirse en esclavos porque eso, si bien no les elevaba al rango de los seres humanos, al menos les situaba a la par con los buenos animales de trabajo doméstico».
Aunque en el ensayo no se habla de los gitanos en España, he encontrado información relacionada con los comienzos de su asentamiento en nuestro país y los resultados son, si no iguales, muy parecidos en el rechazo y la prohibición de asentamientos. En este artículo de Antonio Villanueva: Inteculturalidad. Los gitanos y la literatura, se señala que "En 1499, tras la expulsión de los judíos, los Reyes Católicos intentaron por decreto hacer sedentarios a los gitanos obligándoles a trabajar para un amo y amenazándoles con penas de azotes, expulsión, prisión, corte de orejas o esclavitud en caso de incumplimiento. Las Cortes de Zaragoza en 1646 consideran delito la simple presencia gitana. En 1697 el virrey de Aragón ordena que se prenda a los gitanos y se confisquen sus bienes. Los documentos -no menos de 250 normas jurídicas de distinto rango a lo largo de la historia de España- hablan de persecución, segregación o asimilación forzosa. A los gitanos se les prohíbe todo: permanecer en el territorio, practicar artes adivinatorias o representaciones teatrales, hablar su lengua, etc. A principios del siglo XX desaparece la legislación "especial" para gitanos, pero aún hay curiosas prevenciones: el reglamento de la Guardia Civil de 1943 recomienda una vigilancia estrecha de la etnia y de sus desplazamientos."