viernes, 25 de diciembre de 2020

 FRANCISCO BRINES

En los años ochenta conseguí varios libros de la colección Ocnos de poesía dirigida por Joaquín Marco y con ilustres poetas en su consejo de redacción: Pedro Gimferrer, José Agustín Goytisolo, Luis Izquierdo y Manuel Vázquez Montalbán. Los editaba Llibres de Sinera de Barcelona y con tan extraordinario plantel de escritores los libros eran una delicia para el lector de poesía. Allí se encontraban obras de Miguel Labordeta, Alejandra Pizarnik, Juan Gil-Albert, Guillermo Carnero, José Ángel Valente, John Donne..., además de los mencionados. Una de esas obras era Aún no de Francisco Brines, el actual Premio Cervantes de 2020. El libro estaba mutilado porque algunas de sus páginas carecían del texto necesario para poder completar su lectura; sí disponían, sin embargo, de la tenue impresión de las letras, pero carecían de la tinta; así que, como práctico calígrafo, me dispuse a completar el texto como aparece en la imagen inferior. 

Francisco Brines ya era reconocido en aquella época como un gran poeta. Su trayectoria comenzó en 1959 en que consiguió el Premio Adonais por Las brasas, que se abría con un poema en consonancia con la poética social de los años cincuenta: "Habrá que cerrar la boca / y el corazón olvidarlo. / Dejarlo sin luz, sin aire, / como un hombre encarcelado, / y habrá que callarlo todo / lo que nos pueda hacer daño." Sin embargo, el resto de los poemas difiere de esa concepción y ya aparecen en él los temas constantes de su poesía: "el dulce nacimiento del amor", el tono elegíaco de muchos de sus poemas, con dedicatorias a sus amigos (Vicente Andrés Estellés, Gastón Baquero, Ricardo Defarges,...), y la naturaleza de su Oliva natal con el tono nostálgico de quien pretende atesorar con palabras el inevitable paso del tiempo: ("Se ensombrece el naranjo, y los azahares / huelen por el desván, pesan los muros / y el hombre que la habita se detiene / para pensar vanos recuerdos. Oye / cómo riegan los nardos, su jardín / ve que se vuelca por las tapias bajas, / limoneros doblando los caminos.". 

En 1966 obtuvo el Premio de la Crítica por Palabras a la oscuridad. La obra está dedicada a Vicente Aleixandre y aparece con una referencia al comienzo que aúna esos conceptos de amor, naturaleza y nostalgia: "En aquel lugar miraron sus ojos, por vez primera, la hermosura del mundo, y sintió amor. No habrá olvido nunca para ese recuerdo." Efectivamente, en algunos de sus poemas aparecen concentrados esos tres conceptos con verdadera profusión: "Y fui creciendo en el amor dichoso / del hombre y de la tierra. / El mundo estaba allí, / en el aliento de la suave noche, / descansando en mis ojos / hasta que nos durmiéramos." Coincide la escritura de este libro con su visita como profesor a Oxford y a Cambridge. En el poema "Oscureciendo el bosque" se manifiesta su pesadumbre y su deseo de vivir a pesar de lo inevitable del transcurso del tiempo: 

Toda esta hermosa tarde
de poca luz, 
caída sobre los grises bosques de Inglaterra, 
es tiempo. 
                 Tiempo que está muriendo 
dentro de mis tranquilos ojos
mezclándose en el tiempo que se extingue.
Es en la vida todo
transcurrir natural hacia la muerte,
y el gratuito don que es ser, y respirar,
respira y es hacia la nada angosta.

Con sosegados ojos miro el bosque,
con tal gracia latiendo
que me parece un soplo de su espíritu
esa dicha invisible que a mi pecho ha venido.
Cual se cumple en el hombre
también se ha de cumplir la vida de la tierra;
la débil vecindad que es realidad ahora,
distancia tenebrosa será luego,
toda será negrura.

Miro, con estos ojos vivos, la oscuridad del bosque.
Y una dicha más honda llega al pecho
cuando, a la soledad que me enfriaba,
vienen borrados rostros, vacilantes
contornos de unos seres
que con amor me miran, compañía demandan,
me ofrecen, calurosos, su ceniza.
Cercado de tinieblas, yo he tocado mi cuerpo
y era apenas rescoldo de calor,
también casi ceniza.
Y he sentido después que mi figura se borraba.

Mirad con cuanto gozo os digo
que es hermoso vivir.

Aún no se publica en 1971. El poemario se abre con una cita personal donde Brines augura ese deseo vital: "Con un punzón de sombra y nada / grabaron en mi corazón / la palabra de fuego: vida." Y se confirma con algunos de sus poemas, como el titulado "La ronda del aire" dedicado a Jenaro Taléns: "Envuelto en lo invisible soy el rey / de la vida." Si bien, la acuciante realidad de un posible final se muestra persistente como se manifiesta en su célebre poema "Ensayo de una despedida", dedicado al poeta alicantino Juan Gil-Albert y titulado posteriormente en su obra completa "Palabras para una despedida."

Esta luz despierta,
y se adentra en los ojos el contorno del monte,
y el grito de los pájaros desvanece el oído
al venir de los húmedos huertos.
Los blancos pueblos de la costa,
felices de lujuria y juventud,
alientan junto al mar, lejanos.
No estoy allí, mas lo que fui deseo:
la dicha viva, los sentidos borrados,
ahora que en el jardín el tiempo se arrincona en las sombras,
y el olor de las rosas sube al aire.
Hay humos blancos, y calladas palomas 
en la altura, y voces que se alejan,
hay demasiada vida para una despedida.

Y un día habrá de ser,
sin que la grata luz, las voces de la casa,
los cultivos del huerto, los días recordados
de la remota y breve juventud,
ni tampoco el amor que me tenéis,
retrasen la obligada despedida.

Tendré que aposentarme en la aridez,
y perdida la imagen de este mundo
y perdido yo mismo,
siento que reposo será estéril,
que la vida no fue, que el fervor
de cualquier despedida es un engaño.


Francisco Brines continuó con varias obras posteriores, en especial El otoño de las rosas, Premio Nacional de Poesía en 1986 (obra que precisa por sí sola una entrada exclusiva) y ahora culmina con la concesión del Premio Cervantes en este fatídico año de 2020.

El poeta Francisco Brines crea con sus palabras imágenes con las que intenta apresar los sentimientos casi borrados de la memoria, intensos por la evocación poética. La poesía ofrece esa posibilidad de liberar con las palabras los márgenes de la pasión que condicionan nuestros actos. Algo similar se produce en la película de Naomi Kawase Una pastelería en Tokio: las imágenes que nos ofrece la directora y la sensibilidad de la anciana Tokue transmiten no sólo la belleza de los cerezos o el amor en la elaboración de la pasta de azukis con que se rellenan los dulces dorayakis; imágenes y palabras se convierten así en el catalizador de los sentimientos universales. Brines y Una pastelería en Tokio nos alertan de que pasamos por las cosas sin darnos cuenta de su belleza. 

viernes, 4 de diciembre de 2020

DE LA SERVIDUMBRE EN LA RUSIA ZARISTA

 Memorias de un cazador, Iván Turguénev

Memorias de un cazador es el título de una serie de cuentos escritos por Iván Turguénev (1818-1883) publicados en diferentes periodos de su vida, desde 1840 a 1874. Para el escritor ruso la caza obliga a recorrer lugares “sumamente agradables” a una persona ociosa como él. Sin embargo, para Natalia Ujánova, editora de la obra en ediciones Cátedra, es el pretexto del autor para ofrecernos información de la situación de los mujiks o campesinos en la época de la Rusia zarista, lo que a la sazón le provocó no pocas críticas de terratenientes y aristócratas por la evidencia de explotación a la que sometían a los campesinos, porque ellos eran mera posesión del potentado de turno.

No tengo ninguna experiencia con la caza y tampoco con la pesca. Recuerdo que de adolescente acompañaba a mi tío y a mi primo, ellos enamorados de conseguir carpas, lucios y truchas americanas por ríos y pantanos de Guadalajara, pero yo me dedicaba a explorar la naturaleza y los pueblos cercanos. Algunos familiares de Tomellosa, en Guadalajara, sí se dedicaban a la caza, y aún hoy uno de mis primos continúa con esa tradición; pero yo no los acompañaba nunca. Recuerdo que un conocido de un pueblo de Málaga me enseñó sus trofeos disecados conseguidos en los Cárpatos de Polonia y la impresión que me produjo no fue muy agradable. Por eso la idea de Miguel Delibes sobre la caza –el enfrentamiento del cazador con la pieza frente a frente forzando sus reflejos, músculos y nervios hasta liquidar al conejo o a la perdiz– tampoco me parece muy atractiva. Aunque como dice Juan José Millás en El País (6 de noviembre de 2020) “La cuestión es si podemos prescindir de la caza” y si se pudiera recurrir a “balas inmateriales”.

Aunque rechace la caza he de reconocer el valor literario de los relatos de Turguénev y, por supuesto, de Miguel Delibes.

Los campesinos que visitó Turguénev vivían en un sistema feudal: eran obligados a permanecer sometidos a su amo y debían ofrecerle lo pactado: ya fueran especies o el dinero convenido, podían ser vendidos a otro terrateniente y estaban forzados a obedecer sus mandatos. Este sistema de semiesclavitud y servidumbre en la época zarista pervivió hasta febrero de 1861.

En el relato titulado “Lgov” Iván Turguénev nos cuenta que Suchok, cuyo verdadero nombre es Kuzmá, ha pasado por varios amos y, según el deseo de ellos, ha sido cocinero, mozo de bar, actor, paje, postillón, jardinero, perrero y en su último trabajo pescador en el río pantanoso Rosota, porque su última ama Aliena Timofievna le hizo la siguiente proposición:

“Llegó aquí de su heredad, Tambov, nos mandó venir a todos los siervos y salió a vernos. Fuimos primero a besarle la mano y ella, como si tal cosa, no se enfadó… Luego nos fue preguntando a todos, por orden, qué hacíamos, cuál era nuestro empleo. Cuando me tocó a mí, me dice: «Tú, ¿qué eres?» «Cochero», le respondo. «¿Cochero? Pero ¡qué cochero puedes ser tú! Mírate: ¿tienes aspecto de cochero? En adelante serás pescador, y aféitate la barba. Con motivo de mi llegada suministrarás mi mesa de pescado, ¿me oyes?»”

La dueña anterior no le permitió casarse y ahora, a la vejez, no cobra ningún jornal. “¡Me dan de comer, y gracias!” Curiosamente, lejos de sentirse humillado por su situación, agradece a su ama: “¡Qué Dios conceda larga vida a nuestra señora!” No hay remordimiento ni reivindicación.

En el cuento “El intendente” la dominación sobre los campesinos es todavía más deprimente e intolerable: el viejo campesino Antip acude con su hijo para pedir clemencia a su amo Arkadi Pávlych por la actitud del intendente o encargado Sofrón Yákolich.

−¿Qué pasa? ¿De quién te quejas?

−¡Ten piedad de nosotros, señor! Déjanos respirar… Nuestra vida es un verdadero tormento. (El viejo hablaba con dificultad.)

−¿Quién te atormenta?

−Sofrón Yákolich, señor.

Arkadi llama a Sofrón y éste acude. “Al parecer, el intendente había estado de jarana en Perovo: tenía la cara abotargada y olía a vino.”

Antip comenta lo que el intendente les ha hecho: “Señor, nos ha arruinado. Dos hijos, buen amo, los ha enviado como reclutas cuando no les correspondía, y ahora se lleva al tercero… Ayer, buen amo, se llevó la última vaca de mi parcela y golpeó a mi esposa.”

Sofrón, lejos de asustarse, tacha al viejo de borracho y de atrasarse en los pagos y el amo se aleja con el supuesto deseo de dar cierta orden: “Daré una orden… Muy bien, largaos. Los campesinos no se levantaron. No os he dicho que… Muy bien. Largaos. Daré la orden, os lo estoy diciendo.”

Los ejemplos de la explotación de la mujer son todavía más denigrantes. En “Jor y Kalínich” se dice: “la mujer es la sirvienta del marido”, por eso se entiende la actitud de Yermolái con su mujer en “Yermolái y la molinera”, la trataba “cruel y groseramente, adoptaba en casa una actitud amenazadora y dura, y, a pesar de eso, la pobre mujer se desvivía por darle gusto, temblaba ante una mirada suya, no escatimaba el último kópek para comprarle y le cubría servil con su tulup (zamarra), cuando tumbado majestuosamente en la chimenea se dormía con sueño de bogatyr (héroe legendario ruso).” En este mismo cuento Zvierkov relata al escritor que su mujer tuvo que rechazar a su doncella porque le pedía poder casarse. La segunda vez que lo hizo se encontraba en cinta. “Ordené inmediatamente que la raparan, le diesen un zapatriez, una ropa burda, y fuera enviada a la aldea. Mi mujer se quedó sin una excelente doncella, pero no había nada que hacer. No se puede, sin embargo, admitir semejante desorden en una casa. El miembro enfermo vale más extirparlo de raíz…

En el cuento titulado “La cita”, Víctor Alexándrych le indica a Akulina “careces de instrucción, por eso, has de escuchar lo que se te dice.” Entendemos que ese “escuchar” implica necesariamente un significado diferente al literal de atender a lo que se dice, se intuye el de obedecer a las peticiones de su amante

No obstante, hay mujeres rebeldes que se alejan de este estereotipo de mujer obediente: en el relato “Piotr Petróvich Karatáev”, Matriona huye con su amado Karatáev a pesar de que su ama María Ilínichna le prohibe casarse con él. También en “El final de Chertopjánov”, la gitana Masha decidió liberarse de su amante: “una magnífica tarde de verano Masha hizo un hatillo con algunos de sus trapos y abandonó la casa de Cherpjánov.”

Por último, añado el texto relativo a la descripción del bosque de Ardalión Mijáilych del cuento “La muerte”. Merece la pena detenerse en él por la belleza que transmite y por la idea de cómo la naturaleza cambia el paisaje y se nutre de sí misma: Turguénev nos describe el bosque que conoció en la infancia ya que los rigores del invierno de 1840 provocaron la desaparición de sus robledales.

“Este bosque constaba de doscientos o trescientos enormes robles y gigantescos fresnos. Sus cimbreantes y vigorosos troncos negreaban majestuosamente en el verdor dorado y transparente de los avellanos y serbales; elevándose más sobre el brillante azul del cielo, desplegando en forma de cubierta sus anchas y nudosas ramas; azores, esmerejones, cernícalos volaban silbando bajo las inmóviles cimas de los árboles, abigarrados picapuercos golpeaban con fuerza las rugosas cortezas; tras el trino de la oropéndola, el sonoro canto del mirlo resonaba de pronto en el espeso follaje; abajo, entre los matorrales gorjeaban los petirrojos, los pardillos, las currucas; los pinzones correteaban raudos por los senderos; la liebre blanca se desplazaba rápida por las veredas, zigzagueando cautelosamente; la ágil ardilla saltaba de árbol en árbol, para de pronto sentarse elevando la cola por encima de la cabeza. En la hierba, junto a enormes hormigueros, a la sombra de las recortadas hojas de los helechos, florecían violetas y muguetes, crecía toda clase de hongos, russulas, amanitas, agáricos, setas de roble, oronjas falsas; en los claros, entre amplias matas rojeaban las fresas… ¡Y qué sombra había en el bosque! Cuando mayor era el bochorno, en pleno mediodía, parecía ser de noche: qué silencio, qué perfume, qué frescor.”

En una nota a pie de página el propio autor indica que “en lugar de los esplendorosos árboles extinguidos, crecen por sí mismos abedules y álamos, entre nosotros no se conoce otra forma de repoblación forestal.” Ojalá que la tala indiscriminada de la región amazónica y de otras zonas pudiera regenerarse igualmente ¡Es imprescindible revertir estas acciones, conseguir la reforestación del planeta y lograr un ecosistema realmente sostenible!

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martes, 17 de noviembre de 2020

UN TRIBUTO A LA TIERRA

Joe Sacco, Un tributo a la tierra

Joe Sacco ha abandonado los Balcanes para dirigirse cerca de su tierra y crear este nuevo cómic con el título de Un tributo a la tierra, en él analiza las circunstancias de la etnia Dene en el Noroeste de Canadá y los resultados a que han llegado sus habitantes tras la colonización que sufrieron a lo largo del siglo XX por el deseo de los gobernantes de Canadá de educarlos en la instrucción oficial y por la extracción en su territorio de gas y petróleo con el método del fracking, que genera la descomposición y la destrucción de las entrañas de la tierra por el uso de materiales contaminantes. Así a los niños en edad escolar se les separó de sus padres y se les sometió a internamientos en centros religiosos fuera de su comunidad ocasionando el olvido de su lengua, su religión y sus costumbres en la alta montaña. “El gobierno les prometió educación lo que con frecuencia equivalía simplemente a formalizar y facilitar las actividades evangelizadoras de los misioneros católicos y protestantes. Al margen de su componente religioso, los internados de las iglesias podían utilizarse para romper el vínculo de los niños con su familia y su tierra.

Ese desarraigo y la explotación de los recursos naturales provocó la pérdida de la relación con el medio y sus terribles consecuencias: la mayoría de la población derivó en el consumo de alcohol y de drogas. Muchos murieron congelados no sólo por la pérdida de los sentidos, sino por la desesperación de no encontrar el alivio y el deseo de cubrir con éxito las necesidades emocionales y espirituales que tienen como foco la pervivencia de cultura que tras siglos de pertenencia a ella se desmoronan, como si se nos quebrara la tierra que pisamos.

Hay una cierta similitud entre los Dene con los personajes de Las uvas de la ira de John Steinbeck, desalojados de su tierra, aunque en su caso, despreciados en sus nuevos alojamientos. También hay una semejanza con parte de nuestra población en España que pasó de las zonas rurales a la ciudad en los años de posguerra. En nuestro caso la emigración no tuvo una separación violenta, aunque no dejó de ser un alejamiento familiar del medio donde se había establecido una relación de identidad con el medio natural. Esa fractura tampoco tuvo las consecuencias nefastas de la de los pobladores de la alta montaña de Canadá, pero siempre que se vuelve al “pueblo”, como decimos por aquí, sentimos ese vacío que nos nubla la mente al pensar qué pudo haber sido y no fue.

Hoy asistimos al constante movimiento migratorio de personas que evitan la pobreza o la destrucción y la violencia de las armas y, sin embargo, carecemos de la hospitalidad para aceptarlos con la generosidad que requiere la supervivencia de toda la humanidad. ¡Qué lejos queda el ejemplo de solidaridad del pueblo de Argos con las cincuenta hijas de Danao al permitirles vivir en su tierra al ser perseguidas por los egipcios!, como nos cuenta el autor griego Esquilo en Las suplicantes.

A principios del siglo XXI se creó en Canadá una Comisión de la Verdad y la Reconciliación para resarcir a las víctimas de la explotación a que habían sido sometidos en esa región de su territorio. El compromiso de los hijos de aquellos que fueron alumnos en los internados hoy intentan recuperar las tradiciones, la lengua y los motivos que hagan sanar esa relación de la población Dene con su tierra. Todo un ejemplo para nosotros.


viernes, 23 de octubre de 2020

Louise Glück

 TRES POEMAS DE LOUISE GLÜCK

No sé en qué momento compré El iris salvaje de la reciente premio Nobel Louise Glück, quizás en las visitas a mi querida Cuesta de Moyano, donde a veces se encuentran verdaderas joyas a precios reducidos. Esta feria de libros cerca de Atocha tiene el mismo encanto que las casetas de los bouquinistes del Sena en París. Mi intuición a veces me facilita estas sorpresas.

Al concedérsele el premio a Louise Glück recurrí a mi biblioteca y allí estaba, precisamente la obra que había conseguido en 1993 el Premio Pulitzer de Poesía de esta autora consagrada en Estados Unidos antes de que fuera reconocida por la Academia sueca y el primero que había sido traducido al español por la editorial Pre-Textos por Eduardo Chirinos.

La lectura en un principio no me pareció atractiva: contiene una serie de poemas de aparente sencillez llena de reproches difíciles de contextualizar; sin embargo, me sorprendieron los tres últimos poemas, que incorporo en esta entrada, y que me parecieron brillantes y llenos de sugerencias. Dejo a mis lectores que interpreten si eso es así.

 

El lirio de plata

De nuevo hace más frío por las noches, como al comienzo / de la primavera, y hay silencio de nuevo. ¿Acaso / te perturban las palabras? Ahora / estamos solos; no hay razón para el silencio.

Mira sobre el jardín, la luna llena está saliendo. / Yo no veré la siguiente.

Cuando salía la luna, en primavera, significaba / que el tiempo era infinito. Gotas de nieve / se abrían y cerraban, las semillas / de los arces caían en pálidas ondas. / Blanco sobre blanco, la luna se alzaba sobre el abedul.

Y en la torcedura, donde el árbol se divide, / las hojas de los primeros narcisos, bajo la suave / luz verdosa y plateada de la luna.

Hemos llegado juntos demasiado lejos como para temer / el final. En noches como ésta, ni siquiera sé qué significa / el final. Y tú, que has estado con un hombre / después de los primeros llantos, dime, / ¿no emite la alegría, como el miedo, algún sonido?

 

El lirio dorado

Cómo siento / que estoy agonizando y sé / que no volveré a decir palabra, que no / sobreviviré a la tierra, que no seré / convocada de nuevo, que no soy flor aún, / sino una espina, y el áspero polvo / se instala en mis costados, yo te invoco / padre y maestro a mi alrededor / mis compañeros se marchitan, piensan / que no ves. ¿Cómo pueden / saber que ves / si no nos salvas? / En el crepúsculo de verano ¿estás / lo bastante cerca para oír / el terror de tu criatura? ¿o / no eres tú mi padre, / aquel que me cultivó?

 

Lirios blancos

Igual que un hombre y una mujer / construyen entre ambos un jardín / como un lecho de estrellas, / se demoran ellos en la tarde de estío, / aquí, y la llenan de frío / con su terror: todo / podría terminar pues todo tiende / a la devastación. Todo, todo / puede perderse, a través del aire perfumado / donde inútiles columnas se levantan / y más allá se agita un mar / de amapolas.

Calla, amor mío. No me importa / cuántos veranos tenga que vivir para volver; / este verano hemos entrado en la eternidad. / Siento tus dos manos / Enterrarme para liberar su esplendor.

jueves, 8 de octubre de 2020

ELOGIO DE LA SOMBRA

Elogio de la sombra es un breve ensayo del escritor japonés Junichiro Tanizaki en que muestra la diferencia entre el mundo occidental y el oriental y establece los criterios de belleza relacionados con los conceptos de luz, penumbra y oscuridad.

El autor se hace eco de la antigua tradición japonesa de las construcciones de templos o casas particulares con amplias zonas de sombra. Para él: “cuanto llamamos belleza surge de la realidad cotidiana, y nuestros antepasados que habitaban en cuartos oscuros por necesidad, la descubrieron presente en la penumbra y esa oscuridad sirvió de cauce para desarrollar un ideal estético. Por tanto la belleza de los interiores de una casa japonesa se halla en los matices de sombra, sin ella apenas queda nada. […] Diríase que no hay nada más misterioso que la magia de las sombras”. Y más adelante añade: “Hallamos la belleza no en los objetos mismos, sino en los claroscuros de la luz contrastando con los objetos. Una joya fosforescente emite su brillo y colorido en la oscuridad, y los pierde a la luz del día. Sin la sombra, no existiría la belleza.”

Similar es la apreciación del filósofo coreano Byung-Chul Han en su ensayo Acerca de la cultura y la filosofía del lejano Oriente: “Bella no es la presencia total sino un aquí que está recubierto de una ausencia, que por el vacío es menor o más ligero. Bello no es lo claro o lo transparente, sino lo que no está delimitado nítidamente, lo que no está diferenciado claramente, pero que hay que diferenciar de lo difuso.”

Mi experiencia personal coincide con la apreciación de Tanizaki. Recuerdo que de niño siempre pasábamos unos días de veraneo en el pueblo de mis padres, Tomellosa de Tajuña en Guadalajara, y comprobaba que por la noche sólo existía una escasísima luz en la calle principal, el resto eran calles oscuras que se iluminaban con la luz de la luna. La experiencia de un niño de Villaverde Alto no se adaptaba ni comprendía esa escasez. En el pueblo, dentro de las casas, la cocina era el lugar adecuado para compartir encuentros y conversaciones a la lumbre del hogar. Los candiles iluminaban muy poco y se utilizaban para ir a las alcobas a dormir.

Recuerdo una anécdota relacionada con la iluminación del Villaverde en aquella época de mi niñez de los años sesenta. Mi hermano, mi padre y yo habíamos salido del cine Magerit después de ver alguna película de Tarzán o de Charlot (no están mal los dos personajes para aprender acciones y emociones: el héroe que se adapta a las inclemencias y el antihéroe que se ríe a pesar de las adversidades) y nos dirigíamos a casa a cenar. En la esquina de una de las calles cercanas a las denominadas “colonias”, mi padre nos paró porque había visto a los lejos a un chico con un tirachinas tratar de romper una de las farolas. Lo que pretendía el chico no lo sé bien, pero lo que intentaba mi padre era evitar un gesto incivil además de impedir que se rompiera ninguna lámpara porque era él quien tenía que sustituirla ya que era el electricista del barrio.

El ensayo de Tanizaki se escribió en los años treinta del siglo pasado y en esa época Japón se había occidentalizado en lo que se refiere al uso indiscriminado de la luz en calles e interiores. Tanizaki apunta que “Japón solo aspira ansiosamente a imitar a Estados Unidos” por eso “el gasto de luz eléctrica es exagerado. […] Cuando en verano se encienden las luces antes del atardecer, además de un gasto inútil de energía aumenta la temperatura.”

Sin duda, hoy el gasto energético es inmenso, especialmente en las grandes ciudades y, salvo aquellas tendencias ecológicas que intentan atenuar la enorme intensidad lumínica en esas ciudades, lo normal es que se desarrolle una competencia entre núcleos urbanos para ver quién incorpora un mayor número de luces convirtiéndolo en un espectáculo aclamado por los medios de comunicación, sobre todo en las fechas de los últimos meses de año.  

 Fachada del cine Magerit de Villaverde Alto. Se encontraba en la calle Albino Hernández Lázaro esquina con Doctor Martín Arévalo. Hoy ya desaparecido.

lunes, 21 de septiembre de 2020

So Ham

 SO HAM

So Ham es un mantra sánscrito relacionado con la idea de solidaridad o empatía con otras personas u otros seres, pues significa “yo soy esa persona” o “yo soy eso”, también es el mantra que utiliza con frecuencia el maestro taoísta Juan Li en sus sesiones y prácticas. Todas esas prácticas tienen como fuente de inspiración ese deseo de compartir y resolver las dificultades, promesas y decisiones no cumplidas de la familia, entendiendo a esta como toda la humanidad, e incluyendo también las de aquellos que nos precedieron y que por circunstancias se quedaron en el limbo de lo incumplido. Se trata por tanto de la compasión hacia los demás en su más alto grado. 

Un ejemplo de compasión, de empatía, lo encontramos en la novela de Milan Kundera La insoportable levedad del ser, donde el escritor checo, después de expresar el sentido etimológico de la palabra (formada por el prefijo com- y el sustantivo passio, ‘padecimiento’) y considerar cierta connotación negativa del término, pues puede significar que la situación de quien compadece es mejor que la de quien sufre,  nos indica que  tener compasión significa saber vivir con otro su desgracia, pero también sentir con él cualquier otro sentimiento: alegría, angustia, felicidad, dolor.” Y lo ejemplifica con un sueño del personaje de Teresa: “soñó que se clavaba agujas entre las uñas” y el médico Tomás “le cogió la mano y le besó las yemas de los dedos, porque en ese momento él mismo sentía el dolor debajo de las uñas de ella, como si los nervios de sus dedos condujeran directamente a la corteza cerebral de él.”

Un ejemplo contrario de no compadecerse de otros lo tenemos en la novela de Eric Vuillard El orden del día. Esta novela histórica recibió el Premio Goncourt en 2017 y relata cómo las grandes empresas alemanas contribuyeron al advenimiento del nacionalsocialismo y de cómo Hitler conminó al mandatario austriaco a su sustitución por otro de ideología nazi.

…en Viena el canciller Schuschingg recibe un ultimátum, de Adolf Hitler. O retira su proyecto de plebiscito, o Alemania invade Austria. […] Transcurren cuatro interminables horas. A las dos de la tarde, Schuschingg, tras mandar a paseo la comida, anula por fin el plebiscito. Uf. Todo podrá seguir igual que antes: los paseos a orillas del Danubio, la música clásica…

Pero no. El monstruo es más goloso que él. Ahora exige la inmediata dimisión de Schuschingg y que Seyss-Inquart lo sustituya en el puesto de canciller de Austria. Nada menos. «¡Qué pesadilla! ¡esto no acabará nunca!» En sus tiempos de prisionero de los italianos, de joven, durante la Primera Guerra Mundial, Schuschingg debería haber leído los artículos de Gramsci en vez de novelas de amor; tal vez entonces se habría tropezado con estas líneas: «Cuando discutas con un adversario, procura meterte en su pellejo». Pero nunca se ha metido en el pellejo de nadie, a lo sumo se embutió el traje de Dollfuss, tras haberle lamido las botas durante unos años. ¿ponerse en el lugar de alguien? ¡Ni le cabe en la cabeza a qué puede conducir eso! No se metió en el pellejo de los obreros apaleados, ni en el de los sindicalistas detenidos, ni en el de los demócratas torturados. ¡Ahora sólo le falta meterse en el pellejo de los monstruos! Duda. Es el ultimísimo minuto de su última hora. Y después, como de costumbre, capitula. Lo suyo es la fuerza y la religión, el orden y la religión, dice que sí a todo lo que le piden. Basta con que no se lo pidan amablemente. Dijo no a la libertad de los socialdemócratas, con firmeza. Dijo no a la libertad de prensa, con coraje. Dijo no al mantenimiento de un parlamento elegido, Dijo no al derecho a la huelga, no a las asambleas, no a la existencia de otros partidos que no fueran el suyo. Sin embargo, es el mismo hombre a quien después de la guerra la noble Universidad de Saint Louis, en Missouri, nombrará profesor de ciencias políticas. Seguro que sabía un montón de ciencias políticas, él que supo decir no a las libertades públicas. Así pues, transcurrido el breve minuto de vacilación –mientras en la cancillería penetra una cuadrilla de nazis–, Schuschingg el intransigente, el hombre del no, la negación hecha dictador, se vuelve hacia Alemania, la voz ahogada, la jeta colorada, los ojos húmedos, y pronuncia un débil «sí».*

*  La cita es un poco extensa, pero creo que merece la pena incluirla. 

Otra muestra nos la ofrece el premio Nobel Peter Handke en su poema "El reparto de bienes". En él plantea la idea de que hacemos nuestro aquello que nos favorece o deseamos; sin embargo, cuando eso no sucede no nos apiadamos de los demás:

Guardar silencio / acerca de aquellos casos / en los que no merece la pena / hablar de MI y NUESTRO; / por ejemplo, de / MI manzana agusanada; / por ejemplo, de / NUESTRA bombilla rota; / por ejemplo, de / MI cerilla mojada…

Guardar también silencio / acerca del caso / de un padre / que frente al cuerpo de su hija mutilada / por los neumáticos gemelos de un camión dice: / esta NO es mi niña, / esta NO es mi niña…

Guardar también silencio / acerca del caso / de un loco / que exclama durante el viaje: / esta NO es mi voz, / esta NO es mi voz… / y también / acerca del caso / del que tiene un orden de busca y captura / y que frente a la orden requisitoria afirma: / este no soy YO, / Este no soy YO.

Guardar silencio.


Los tres ejemplos son literarios, aunque uno tenga un trasfondo histórico. Sin embargo, nuestra realidad merece una atención especial, ya que algunos acontecimientos actuales en el mundo -como el de las víctimas en las guerras de Siria, de Yemen, el de los refugiados en Samos y en Lesbos (Grecia), el de los inmigrantes que llegan en patera a las costas del Mediterráneo, el de las mujeres asesinadas en América Latina y en todo el mundo por la violencia doméstica, el de la desprotección de los indígenas por la deforestación de la región del Amazonas…- merecen que este sentimiento no solo de compasión, sino de solución por parte de organismos internacionales, se extienda entre nosotros. En definitiva, como decía mi compañero el profesor de filosofía Fernando López Laso, si no consideramos como propio el problema de los demás, no conseguiremos un mundo de justicia universal.  


viernes, 11 de septiembre de 2020

Paraíso reclamado

 PARAÍSO RECLAMADO

Cada vez nos alejamos más de la naturaleza. Vivimos rodeados de cemento, incluso uno de los parques públicos al norte de Pinto se encierra entre bloques de cemento y no invita a pasear entre las acacias y los arriates que se distribuyen por un pequeño espacio.

Hay otro parque en la zona sur donde predomina el arbolado de chopos, castaños, guindos y pinos y también arbustos diversos, además de un gran estanque donde los patos se zambullen; si bien hay zonas que requieren una reforestación inmediata. Al principio de la inauguración encontrábamos espliego, salvia, romero y otras plantas aromáticas, ahora muchas han desaparecido o necesitan un cuidado constante.

A veces es posible ver cómo algunas semillas espolvoreadas por el viento tratan de sobrevivir entre esos armazones de hormigón y su verdor contrasta con el gris. La mano del hombre devora el instinto natural.

Si no hay una ocupación inmediata en buscar medios sostenibles en la construcción y en otras profesiones que tienen una implicación directa en la destrucción del medio, nos irá muy mal; de hecho, según la opinión de algunos grupos ecologistas la situación de nuestro ecosistema es irreversible: hemos deteriorado tanto nuestra naturaleza que ya no hay vuelta atrás, tenemos que adaptarnos a un medio ambiente en esas condiciones de deterioro. Así nos lo insistía Jorge Riechmann en un encuentro en febrero de 2014 en la biblioteca de la Casa de la Cadena de Pinto a través de una serie de debates que propiciaba el profesor Ignacio Gutiérrez mensualmente y del que se puede tener información en la página web que aún existe: http://respublicapinto.50webs.com/. Como el propio Riechmann señala en El siglo de la gran prueba, ya no cabe “aspirar al paraíso, sino evitar el infierno.” No podremos volver a una naturaleza virgen sin la intervención indigna y devastadora del hombre, pero es el hombre quien deberá resolver este conflicto por su propia supervivencia.

Para combatir la indiferencia y la ineptitud de los gobiernos en materia de recuperación de un ecosistema sostenible, sirva de modelo la iniciativa que Umberto Pasti nos cuenta en Perdido en el paraíso (Barcelona: El Acantilado, 2020. Tr.: José Ramón Monreal). La obra es una muestra de cómo un pedregal en Rohuna, en la costa atlántica marroquí cerca de Tánger, puede convertirse en un vergel gracias a la perseverancia de este diseñador de jardines que tuvo que luchar contra la voracidad de especuladores a quienes no les importaba dañar el medio, aun a pesar de ser para algunos un extranjero, un nazrani. Su tenacidad tiene como origen el amor por la vegetación, hasta el punto de identificarse con este jardín paradisíaco. “Mi cuerpo se ha convertido en este lugar”, dice al comienzo del libro y más adelante añade:

Ando vagando por entre los diferentes espacios. Este jardín soy yo, por eso lo conozco tan bien. Bajo los escalones, tomo por el sendero, observo el valle y el mar que lo baña y, nítida como la primera vez, cuando me adormecí bajo la higuera, se perfila en mi mente la imagen de cómo será, de cómo ha sido siempre, justo encima de la casa, la hilera de almendros bajo los cuales florecen en invierno los narcisos y las dalias de verano; allí al lado, el invernadero para los limoneros y la rosaleda, y los arriates que celebran la fiesta campesina de las zinnias y de los clavelones. (p. 60)

Es tan fuerte su entrega a la creación de este jardín, del que se puede ver una muestra en el siguiente enlace: https://www.elblogdelatabla.com/2018/05/umberto-pasti-perdido-jardin-rohuna-marruecos.html, que se convierte en su propio hijo:

Asistir a la maduración de un jardín que se ha hecho de la nada…, creo que es como ver crecer a un hijo. Temores para el futuro, mirada crítica sobre los defectos, muchas aspiraciones frustradas por la realidad…, pero también un orgullo inmenso, un orgullo indecible, porque un jardín es un niño que se asoma al mundo. (p. 242)

 

lunes, 3 de agosto de 2020

Literatura subversiva

DE LA SUBVERSIÓN EN LA POESÍA Y EL TEATRO

    Aplazo por unos días el final de mi "Cuento granadino", del que aún ni yo mismo tengo idea de por donde saldrá, para dedicarle una entrada a unos comentarios de varios artículos periodísticos que leí ayer dos de agosto en El País y que han llamado mi atención. 
    Se trata de la opinión de Mario Vargas Llosa en su artículo "La función de la crítica" en la que alaba la opinión crítica de algunos pensadores como Edmund Wilson para después sugerir alguna idea en la que no cabe la posibilidad de contrariarle, bien al contrario, cuando dice: "Una sociedad de buenos lectores es [...] más difícil de manipular y engañar por los poderes de este mundo. Eso no está claro en las democracias, porque la libertad parece disminuir o anular el poder subversivo de las novelas; pero, cuando la libertad desaparece, las novelas se convierten en un arma de combate, una fuerza clandestina que va en contra del statu quo, socavándolo, de manera discreta y múltiple, pese a los sistemas de censura, muy estrictos, que tratan de impedirlo."
    Quizás por su condición de novelista o porque otros géneros no tienen la popularidad de la narrativa, es curioso que la opinión de Vargas Llosa solo vea esa condición de subversión para la novela; pues añade después: "La poesía y el teatro no siempre son vehículos de aquel secreto descontento que encuentra siempre una vía de escape en la novela, es decir, son más plegables a la adaptación al medio, al conformismo y la resignación."
    Sin embargo, para contrarrestar esa idea sobre la subversión en la poesía, en la sección de El País Semanal de ese mismo día aparece el artículo de Irene Vallejo -autora del magnífico ensayo El infinito en un junco del que ya he hablado en alguna de estas entradas- "Voces en la frontera" en el que recoge un fragmento de la poeta mexicana Jimena González que contradice completamente el argumento del escritor peruano: "Alzo la voz para no negarnos, / porque tenemos nombre / y no dejaremos que lo olviden." Si buscamos información de esa autora en internet descubrimos su valentía al alejarse del mensaje oficial de muchas democracias y defender el feminismo a través de la palabra. Se puede ver en este enlace y en este otro hay dos poemas suyos con esos mismo planteamientos.
    Si buceamos en poetas que intentan subvertir el estado de la cosa pública y desentrañar sus contradicciones y, a veces, su corrupción, la nómina es inmensa. Baste señalar poetas como Antonio Machado, Pablo Neruda, César Vallejo, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Ángel González o, recientemente, Juan Carlos Mestre o Jorge Riechmann. También en mis poemas de Anónimos y de El eco de las voces se encuentran textos que difieren de esa idea de plegarse al statu quo. Aquí va una muestra incluida en Anónimos:

    Los prohombres de la patria
  escupen sus babas
  y bañan todas las mentes
  con palabras huecas,
  se convierten en ilustres
  en los mamotretos
  buscando la fuente de la edad
  y registran los bolsillos
  sin ensuciarse,
  al amparo de tiernos papeles
  alejados de la conciencia.
  Apenas un bostezo para enredar,
  un chasquido de dedos
  y el soborno se diluye.
    Nuestra vida se construye
  con el falso encanto de su presencia.

    En el teatro también encontramos esa misma necesidad de alterar el orden instituido y denunciar los abusos del poder económico y político. Curiosamente también hace pocos días en un telediario o en un documental se mencionó la reacción que supuso la representación de La torna de Els Joglars en 1977 y el encarcelamiento de todos sus integrantes. Pero la nómina de autores también puede ampliarse: Bertolt Brecht, Erwin Piscator, Vsévolod Meyerhold, Alfonso Sastre, Paloma Pedrero o alguno de los títulos de la sección de teatro  de Ediciones Irreverentes, cuyo nombre es de por sí toda una declaración de principios que contradice a Vargas Llosa.

martes, 14 de julio de 2020

Mentiras

BULOS

Los niños a veces cuentan mentiras para salvaguardar su integridad ante un hecho que se les prohíbe y, si observan que les funciona bien, es más que probable que vuelvan a mentir, incluso en situaciones que no dependan ya de prohibiciones o restricciones, es decir, aprenden a partir de experiencias y comportamientos personales que les son favorables o desfavorables. Se trata del clásico aprendizaje enunciado por B. F. Skinner y denominado condicionamiento operante.
    En la literatura, la mentira es fundamental para desarrollar cualquier ficción que contenga datos de la realidad, especialmente cuando esos datos incluyen nombres de personas de reconocido relieve histórico o de otro tipo. Basta volver a mis cuentos por entregas en este mismo blog que he titulado "Borgiana" y "Conferencia en Santo Domingo" donde se nombra a Jorge Luis Borges y a Manuel del Cabral, entre otros. Pero, ¿qué sucede cuando la mentira se expresa en medios que deben reflejar la realidad y dar cuenta de hechos que han de ser considerado verídicos? Hoy comprobamos que las mentiras se expanden en medios de difusión y en las redes sociales como foco de exhibición y opinión.
    Es intolerable que en medios de comunicación de supuesto prestigio aparezcan mentiras, bulos, patrañas o, como ahora se llaman, fake news, cuando debería primar la objetividad, en especial en las noticias que no requieren la opinión de los periodistas. Generalmente, en esos medios no se consulta la veracidad de la información porque persiguen otros intereses que no son los propios de la comunicación y ello se demuestra pues cuando se desvela la mentira, no hay retractación ni corrección. Bulos para condicionar el voto en unas elecciones, para desprestigiar a una persona pública o a un colectivo, para influir negativa o positivamente sobre determinados temas de actualidad...
    Me interesa analizar la etimología de la palabra bulo documentada por primera vez en el Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana de de Joan Corominas en 1920 ya con el significado actual de 'noticia falsa'. Su origen es una «voz jergal, tomada probablemente del gitano bul 'porquería, excremento' (propiamente 'trasero'); en el cambio de significado pudo influir bola 'mentira', 2º cuarto de siglo XVIII, aplicación figurada de bola 'esfera', en el sentido de 'cosa hinchada'.» Las referencias no dejan de ser meras interpretaciones del lingüista. en el Diccionario Español-Gitano-Germanesco de F. M. Pabanó aparecen los términos bul y 'ano, trasero', además de buló 'embuste, mentira'. Salvo que sea un errata ese acento agudo, parece difícil explicar el origen de bulo desde su homónimo buló. Curiosamente sí aparece en este mismo diccionario el término bulero, era 'embustero, era; falso, sa; mentiroso, osa' y bulería 'embuste, embustería'. Si consideramos que las palabras se forman por derivación, es lógico pensar que bulero y bulería deben generarse desde la palabra bulo y no desde buló. La relación con el 'trasero' la dejamos al imaginario del lector.
    Lo que no sabemos ‒aunque lo dejamos caer‒ es la posible relación entre bulero y buldero, reconociendo que el personaje del tratado quinto del Lazarillo es un buldero y se caracteriza por ser un embustero desalmado que vende bulas falsas. De aquí se podía extraer cierta semejanza entre bulas y bulos. Quizás esa letra "d" que separa al bulero del buldero tenga que ver con el deseo de la Iglesia por no identificarse con el significado gitano de embustero.

    Escuché hace unos días en Radio Nacional que los temas en que los bulos son más frecuentes se refieren al feminismo, a la homofobia y a la inmigración. Podríamos añadir a determinados partidos políticos y sus representantes. Ello genera odio a determinadas personas, colectivos o instituciones. ¿Qué se persigue con ello? ¿Por qué irradiar el odio y el desprecio? ¿Por qué hay personas que reproducen y consienten esos mensajes a sabiendas de que son falsos? ¿Por qué hay personas que, desconociendo la veracidad del mensaje, lo repiten constantemente? ¿Desconocen que esos bulos dañan la convivencia de todos los ciudadanos?

    Me gustaría ampliar esta entrada con un poema de El eco de las voces donde apunto la necesidad que tenemos de admitir al extranjero en nuestro país no sólo porque traiga dinero como turista o porque facilite el trabajo necesario en el país, sino por una simple y llana cuestión de hospitalidad. Debemos aceptar a otras personas tal y como son. El poema se titula "Canto" y habla de las trabajadoras inmigrantes de Ventas de Zafarraya (Granada) identificándolas con los esclavos negros de América que reproducían con su canto algo más que su tristeza por la lejanía de su país querido.

  Escucha la canción que acompaña a las temporeras que recogen el fruto que llega a tu mesa, es un canto lleno de silencio, de la emoción que ahoga su nostalgia. Es la misma melodía de los hollers de Texas que aminoraban su sudor con rabia de la balada. La misma música del gañán que arrastraba su vertedera y ajustaba el paso de su caballería con el grito desgarrado de la queja.
  Escucha su silencio secular y mira sus manos endurecidas, cada grieta es una ofrenda que alimenta tu bienestar, como la música de negros esclavizados, viajando en las alas de un ficticio pájaro mientras sus pies apenas se distancian del surco de algodón que enriquece al terrateniente.
  Escucha el dolor de su ausencia; no hay soledad en su canto, en la distancia el corazón de su familia late en la misma frecuencia con que entona tristes melodías.

viernes, 3 de julio de 2020

Distancias

DISTANCIAS


    Tras la publicación de Instituto público (Ediciones Irreverentes, 2017, 2ª edición 1918) me veía obligado a presentar una segunda obra de teatro juvenil que tuviera una estructura y temática similares a aquella por la aceptación que había tenido entre el público adolescente y también porque ese público devoto de la pieza me pedía que continuara con una segunda parte que aclarara el suceso final entre los protagonistas Joaquín y Sheila. Espero haberlo conseguido con esta pieza teatral.
    Como el autor es quien decide lo que debe hacer, me pareció que tenía que consolar a ese público que me pedía un desenlace; pero en la nueva obra no quería volver sólo sobre las situaciones de adolescentes, sino que deseaba desarrollar las circunstancias de lo que hoy es real en muchas familias: la relación de un joven y su hermano pequeño con sus padres que se ven obligados a estar ausentes de casa por cuestiones laborales casi todo el día. 
    El título de Distancias, aunque parecería que tiene en cuenta las circunstancias actuales de separación entre personas por la pandemia, en realidad se refiere a las diferentes relaciones que mantiene el protagonista con su familia y con sus compañeros de clase, especialmente con Irene. 
    La obra estaba escrita antes de que se conociera esta realidad que nos sumerge a veces en esta desolación de aislamiento social y se iba a presentar en el mes de marzo de 2020. Ahora la coyuntura obliga a una presumible presentación cuando todo se normalice. Mientras, cabe la posibilidad de conseguir el libro a través de este enlace de la editorial: 
http://www.edicionesirreverenteslibreria.com/epages/ea9759.sf/es_ES/?ObjectPath=/Shops/ea9759/Products/2152
  

viernes, 12 de junio de 2020

Virginia Woolf

VIRGINIA WOOLF

   En los textos autobiográficos de Virginia Woolf (1882-1941) encontramos una evidente tristeza que nos conmueve. La referencia del paso del tiempo y de la ausencia de los seres queridos se presenta con claridad en el reconocimiento del olvido de su hermanastra Stella Duckworth, muerta en 1897. Stella se había convertido en la organizadora de la casa familiar al fallecer la madre de Virginia y la escritora inglesa, casi dos años antes de su suicidio, ya manifestaba estos pensamientos relacionados con la huella que habían dejado en las personas vivas sus seres queridos fallecidos: "¿Cuántas personas hay, en 20 de junio de 1939, que todavía puedan pensar en Stella? Muy pocas, Jack murió la pasada Navidad; George y Gerald, hace uno o dos años [...], quizá yo sea, entre cuantos viven, quien más verazmente y de manera menos inconexa pueda pensar en ella. [...] Creo, a juzgar por anécdotas dispersas y por lo que pude ver por mí misma, que cuando Stella comenzó a tener conocimiento, siendo niña, los años de desdicha se encontraban en su más honda sima.Esos textos autobiográficos demuestran el intento de relatar no sólo los hechos, sino cuáles eran los sentimientos y el carácter de la persona referida. "Dicen: 'Esto es lo que pasó', pero no dicen cómo era la persona a a quien le pasó. Y los hechos poco significan si no conocemos antes a la persona a quien le ocurren."
   La expresión de los sentimientos son la base de los pensamientos de la autora y también de la temática de sus novelas. Así se manifiesta en la voz de Clarissa, la protagonista de La señora Dalloway (1925), quien habla por la propia escritora al revelarnos su pesimismo sobre la condición humana: "Uno no puede traer hijos a un mundo como este. Uno no puede perpetuar el sufrimiento, ni aumentar la raza de estos lujuriosos animales, que no tienen emociones duraderas, sino tan solo caprichos y vanidades que ahora les llevan hacia un lado, y luego hacia otro. [...] Los seres humanos carecen de bondad, de fe, de caridad, salvo en lo que sirve para aumentar el placer del momento. Cazan en jauría. Las jaurías recorren el desierto, y chillando desaparecen en la selva. Abandonan a los caídos. Llevan una máscara de muecas." Aunque hay cierta inocencia en alguna de las ideas del personaje cuando considera que "los Dioses, que nunca perdían una oportunidad de dañar, frustrar y estropear el humano vivir, quedaban seriamente chasqueados si, a pesar de todo, una se comportaba como una señora."

   Virginia Woolf se convirtió en una de las abanderadas del feminismo en una época en la que el movimiento sufragista conseguía los primeros éxitos en el Reino Unido. Su obra Una habitación propia (1929) reúne las condiciones fundamentales para lo que todavía hoy es presumiblemente la liberación de la mujer, pues aún se denuncian o se censuran las marchas del 8 de marzo. Virginia Woolf propone que la mujer debe tener acceso al dinero y una habitación propia para poder conseguir independizarse de su situación de desventaja frente al hombre y lograr el acto creativo.
   En Una habitación propia Virginia apuesta porque "lo natural es que los dos sexos cooperen entre sí", argumentando que hay un plano femenino en el hombre y, viceversa, un plano masculino en la mujer, y "para que la mente pueda llevar a cabo el acto creativo es imprescindible la colaboración entre el hombre y la mujer. Debe consumarse alguna forma de unión entre los opuestos." Pues es la capacidad creativa, y la literaria concretamente, la que valora nuestra autora en su escrito y hay circunstancias que imposibilitan la disposición de determinadas personas para poder lograr esa aptitud. "Un niño pobre en Inglaterra sigue teniendo en la actualidad las mismas esperanzas de alcanzar esa libertad intelectual de la que nace la gran literatura que tenía el hijo de un esclavo ateniense de emanciparse", nos dice con una cita de Sir Arthur Quiller-Couch en The Art of Writing. Y ella añade que "La libertad intelectual depende de cuestiones materiales. La poesía depende de la libertad intelectual. Y las mujeres siempre han sido pobres, no sólo en los dos últimos siglos sino desde el origen de los tiempos. Las mujeres han gozado de menos libertad intelectual que los hijos de los esclavos atenienses. Las mujeres no han tenido ninguna oportunidad de escribir poesía, por eso he puesto tanto énfasis en la cuestión del dinero y la habitación propia. De todos modos, gracias a los esfuerzos de esas mujeres anónimas del pasado, de quienes me gustaría que supiéramos más cosas, […] estos males están en vías de repararse.” 
   Efectivamente, en la actualidad, la mujer va acercándose a esa circunstancia de poseer independencia al acceder al nivel educativo de los hombres y al lograr un trabajo que le permite llegar al dinero y a una habitación propia; sin embargo todavía queda mucho por hacer, pues en muchos rincones familiares la mujer debe hacerse cargo de las tareas domésticas y compaginarlas con su trabajo sin la ayuda de su pareja masculina; además, vemos que todavía la mujer en todo el mundo se aleja de los puestos de responsabilidad en muchas instituciones. Hoy, casi un siglo después de la advertencia de Virginia Woolf, podemos decir que "estos males están en vías de repararse.” 

viernes, 5 de junio de 2020

Gunnar Ekelöf

GUNNAR EKELÖF

No se puede leer la poesía como quien lee un cuento o una novela, lo extraordinario de ese género es lo que esconde. Así me decía mi amigo Arturo recordando una cita de Gonzalo Torrente Ballester: "Pocas cosas conozco tan excitantes y, en cierto modo tan reconfortantes, como [...] ese proceso incógnito en que se engendra la obra poética: seductor por el silencio, fascinante por la oscuridad, inquietante por la ignorancia en que vive quien lo padece."
Es necesario releer y valorar con intención aquello que nos dice el poeta para, en ocasiones, no entender nada; en otras, interpretar las ideas que sugieren la combinación de palabras creadas por el autor a partir de nuestra experiencia, o simplemente intuir lo que nos quiere hacer creer. Fíjense en estos versos del poeta sueco Gunnar Ekelöf (1907-1968), de su libro Dedicatoria (1934): 

La hora del odio ha llegado. En las horas decisivas  de las noches
La sangre late con mayor fuerza en los conductos de la soledad
Y el cuello del pensamiento que lo une a la vida
Es aplastado lentamente bajo el cristal de la eternidad.

Si observamos que esos versos pertenecen al poema titulado "Berlín 1933", nuestra experiencia nos permite contextualizar el sentido que tienen con perfecta claridad.

En el siguiente poema Ekelöf se mostró a sí mismo como un poeta al que había que considerar desde la lectura "entre líneas", como indica en "Poética", incluido en Opus incertum (1959):

Es el silencio lo que debes escuchar
el silencio escondido tras apóstrofes, alusiones
el silencio en la retórica
o en la llamada perfección formal
Esto es la búsqueda de un sin sentido
en lo que tiene sentido
o viceversa
Y todo lo que con tanto arte intento escribir
es por contraste algo sin arte
y todo el relleno está vacío
Lo que he escrito
está escrito entre líneas.

Es evidente que el poeta esconde en ese silencio ciertas connotaciones subjetivas difíciles de desentrañar.

Este otro fragmento del poema "Inscripción fósil" de sus inicios simbolistas está dedicado a la memoria del pintor sueco Carl Fredick Hill (1849-1911) y me recuerda la poesía de Juan Carlos Mestre. Más abajo reproducimos el cuadro "Fantástico paisaje rocoso" del pintor.

Yo era el príncipe de los susurros en el bosque que se mecía profundamente bajo la leche del oleaje y el viento sediento,
En el bosque donde las hierbas secretas levantaban su negra corona de polen entre las raíces que descendían sinuosas al estanque de las aguadoras y los pozos de los lagartos.
Yo era el príncipe de los susurros en la tienda de campaña de agua donde todas las voces ciegas servían a mi nombre,
En las azules grutas del castillo de agua donde el atardecer gotea de ubres de piedra.


Reunir en una sola entrada la profundidad de la poesía de Gunnar Ekelöf sería imposible. Quiero añadir unos versos sueltos de su última obra Partitura (1969) publicada póstuma:

Vivo en la esperanza
en la que siempre he sufrido:
llegar a ser comprendido alguna vez

Y en otro poema encontramos esta bellísima declaración de amor:

Te alejo de mí
sólo para abrazarte con mayor intensidad
en el próximo instante de deseo

Todos los poemas seleccionados están traducidos por Francisco J. Uriz y se pueden encontrar algunos libros de Ekelöf en castellano en este enlace.