domingo, 25 de abril de 2021

EL EXILIO INTERIOR. MIGUEL SALABERT

EL EXILIO INTERIOR




El término exilio interior -tan utilizado en el título de distintos artículos y obras literarias, el último ha servido para recordar a la incomparable María Moliner- fue acuñado por Miguel Salabert en un artículo en L'Express en 1958 y, como el propio autor comentó en este enlace, esa paradoja "comprendía a la España aherrojada, cautiva y marginada en su propio territorio físico, es decir, a todos aquellos españoles que resistieron pasivamente o cuya única colaboración con el franquismo consistió en no luchar activamente contra él." Después ese concepto se concretó en una novela publicada en Paris (1961), Nueva York (1963), Budapest (1964), Londres (1965), Bucarest (1967), Atenas (1985) y, por fin, en España en 1988 en la colección Memoria Rota. Exilios y Heterodoxias de la editorial Anthropos. El libro lo conseguí en mi querida Cuesta de Moyano de Madrid y tiene el autógrafo del autor. Todo un lujo para un coleccionista de libros.

En el prólogo de la edición española el autor analiza la situación del franquismo y sus palabras resuenan tan cercanas actualmente que producen escalofríos: "Afortunadamente, son muchos todavía los que no creen que el franquismo sea ya una vieja, una remota historia. Saben, como yo, que continúa enquistado en modos y hábitos profundamente enraizados en nuestra sociedad, que está más embalsado que embalsamado." Efectivamente, aún hoy tenemos en nuestras manos la "fortuna" de discernir determinadas conductas que sólo permiten que el odio y el enfrentamiento brutal y fratricida perdure. Hoy somos muchos quienes deseamos que se erradique de nuestras instituciones y de nuestra formas de concebir el mundo.

La novela se divide en tres partes: "Los años inhabitables (1936-1951)", un breve "Paréntesis para Juana (1936)" y "El tiempo estancado (1951-1955)".

En la primera parte el autor nos presenta la tragedia con ciertas notas de humor. El protagonista es un niño que desea ir a la guerra a combatir como lo hace su tío Juan, pero no le deja su madre por tener que acudir a las colas del hambre y, cuando hay bombardeos, al refugio. "Las primeras noticias que tuve de los hombres fueron las bombas." Al acabar la guerra su padre es encarcelado. torturado y condenado a la pena de muerte; mientras, la hambruna permanece como una rutina difícil de despedir. Con su prima Andrea juega "a comer": 

"Aquello tomaba el aire de un gran banquete. Nuestro olfato aspiraba los olores imaginarios con una inmensa delectación. Pronto todo estuvo terminado y Andrea me llamó a la mesa. 'Comimos' con tal convicción, que ya no sabíamos dónde empezaba la realidad y acababa la ficción. Pero cuando acabamos, el hambre, la misma hambre familiar, fiel, obsesiva, aquella hambre nuestra de cada día, de cada minuto, nos envolvió a la realidad. Andrea hizo todavía un supremo esfuerzo por no rendirse.
-¿Te has quedado con hambre? -me preguntó.
-Sí, un poquito.
Andrea hizo entonces algo heroico. Sacó de un cajón lo único que tenía en la vida: un muñeco de celuloide, que amaba con una ternura casi cómica.
-Vamos a comérnoslo. De postre.
Ella mordió el muñeco por un brazo y yo por una pierna."

La hambruna en aquella época está recogida en la memoria de nuestros antepasados recientes y en multitud de obras que resaltan la terrible realidad que les atenazaba y que, aún hoy, nos comunican los medios. De aquel entonces recordaré lo que dice Antonio Rodríguez Almodóvar en sus Memorias del miedo y el pan: "las ganas de comer era algo que, por mucho que malcomieran, nunca conseguían quitárselo del todo. siempre quedaba un remanente de hambre, hambre."

Después de ser expulsado de un colegio católico de las mejores familias de Madrid por desobedecer a un compañero y darle una paliza, el protagonista abandona un convento de capuchinos, se convierte en ayudante de una barbería, trabaja en una botica, luego es fotógrafo, vende seguros, peines, hojas de afeitar... "Si el presente era incómodo, el futuro era para darse de baja. [...] Se trataba de sobrevivir, o más exactamente de subvivir, las veinticuatro horas de cada día."

Por fin, conmutan la pena a su padre y, más tarde, sale de la cárcel. El silencio del padre contrasta con el personaje de Emilio, hermano del protagonista, que consigue todas las ventajas que ofrece el régimen al convertirse en falangista y lograr los beneficios que la dictadura facilitaba a unos pocos. A veces el padre manifiesta su ideología al conversar con el protagonista y expresar, a pesar del sufrimiento de las torturas y la cárcel, su opinión optimista en favor del hombre y de un destino poco menos que providencial, también "se mostraba convencido de que la muerte de la dictadura se produciría por dentro, por pura inanidad, en un largo proceso de desmoronamiento." La candidez del padre choca brutalmente con la realidad: del mismo modo que es contratado como profesor de Ciencias Naturales en una academia, al poco tiempo es despedido por  divulgar las ideas evolucionistas de Darwin.

El capítulo dedicado a Juana es similar al Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender. Juana representa el odio más exacerbado por lo sucedido con su marido. En un altercado en 1936 los fascistas habían asesinado a treinta hombres y, entre ellos, el marido de Juana había quedado malherido. Ella lo conduce a su casa y le pide ayuda al cura, pero este la traiciona y cuatro falangistas lo rematan.

La última parte de la novela se desarrolla cuando el protagonista ha conseguido llegar a la universidad. Una institución en la que todas sus actividades tienen "como guía suprema el dogma y la moral cristianos y lo establecido por los sagrados cánones respecto a la enseñanza. [...] El mundo está milimetrado por el orden y la religión." La penuria intelectual que representa la universidad de la posguerra se combate con encuentros con amigos inseparables del protagonista: Carlos, un tarambana de familia bien que reniega de su linaje por amor a Concha, una criada embarazada y muerta por un aborto clandestino, y Rafael, que vive en un suburbio donde el hambre y la muerte están presentes constantemente. Su punto de reunión es una tasca de mala muerte donde se emborrachan para olvidar el día siguiente, "Pero no será otro día. Será el mismo día siempre, de esta insoportable eternidad.

Relacionado con este tema de la novela española durante el franquismo quiero recordar el encuentro que tuvimos en las reuniones de Respublica de Pinto, que ya he mencionado en otra entrada y que organizaba Nacho Gutiérrez en la biblioteca del municipio. En junio de 2006 invitamos a Isaac Rosa, que por entonces había publicado la imprescindible novela El vano ayer, para hablarnos de la "Memoria literaria del franquismo" y del legado novelístico que dentro y fuera de nuestro país la posguerra había dejado en las librerías del momento. Se habló de muchas cosas, entre ellas de cómo el bando franquista una vez terminada la guerra no sólo quiso humillar a los vencidos, sino también exterminarlos como apunta Antonio Rodríguez Almodóvar en sus memorias "La represión franquista fue absolutamente desmedida, sanguinaria y premeditada, en una operación que se fijó como objetivo final no ya la victoria, sino el exterminio de los contrarios. Todavía hacia 1965, una señora muy de derechas de Sevilla le dijo a mi madre que el único error que había cometido Franco fue no arrancar la simiente. Se refería, claro está, a los hijos de los rojos." También se planteó la ausencia de que se esperaba una abrumadora muestra de narraciones que trataran el tema de la represión franquista escondidas en los cajones olvidados. No se mencionó entonces El exilio interior de Miguel Salabert, pero lo cierto es que esa abrumadora existencia no era tal o quizás no supimos ver la trascendencia de narrativa ligada al tema. Entonces se decía: "Quizá la asunción acrítica y generalizada del pacto de la transición y de sus complicidades, que ha dado paso a una 'democracia concebida sin pecado original', haya provocado que nos hayamos quedado sin un discurso novelizado 'de uso para los ciudadanos". La guerra civil como momento histórico sí se ha convertido en un tema literario, pero no  la duradera represión, objeto cuando menos decepcionante.

Hoy podemos encontrar en esta página una amplia nómina de novelas, pero curiosamente no aparece en ella El exilio interior. Espero que la incluyan en breve para hacer justicia a este escritor que no percibió ningún beneficio económico como derechos de autor por la publicación de la novela en tantos países distintos al español.