martes, 31 de marzo de 2020

El disfraz de los paisajes

EL DISFRAZ DE LOS PAISAJES

   El disfraz de los paisajes (Amargord, 2012) fue mi primera publicación en este espacio donde se comercializa todo, incluida la poesía. 
   El libro surgió gracias a la idea de mi buen amigo Jesús Urceloy, poeta, dramaturgo, estudioso de la música, profesor de escritores noveles y tantas otras cosas. En aquel entonces Jesús se iniciaba como director de una colección de poesía (Avena loca) en esa editorial y mucho antes había coincidido con él y otros amigos -de los que hablaré en otro momento- en diversas tertulias (Ateneo, El Balcón, Torrecilla...) y en algunos recitales (Libertad 8, El Rincón del Arte Nuevo...) en los momentos en que uno empieza a elaborar una línea poética propia y se nutre con la obra de amigos y con lecturas compartidas. Lo cierto es que, en abril de 2012, Jesús, conocedor de que mi poesía se guardaba en los cajones de mi casa, me pidió que reuniera con urgencia unos cuarenta o cincuenta poemas para una edición inmediata. 
   En mayo de ese año me convertí en un poeta publicado y, lo que es más importante, esa publicación me estimuló a una creación más apasionada por una obra propia, pues tenía la intención de desarrollar ideas e imágenes que me preocupaban y todavía hoy se encuentran esbozadas en papeles y libretas.
   La presentación de El disfraz de los paisajes se produjo en la sala Clamores de Madrid el 30 de junio junto a otros poetas que desconocía Deborah Antón, Esther Madrigal, Loren Fernández y José Antonio Rodríguez Alva. 
   De aquella presentación hay un vídeo en Youtube y se puede escuchar en el enlace inferior. Tan solo podíamos leer unos cuantos poemas pues disponíamos de cinco minutos cada uno para dar a conocer nuestro libro. Luego, firma, saludos y agradecimientos...

  Unos meses después hubo una nueva presentación del libro en el salón de actos de la biblioteca de la Casa de la Cadena de Pinto junto a muchos amigos. La presentación y la organización corrió a cargo de mi querido amigo Ignacio Gutiérrez y junto a él, en la mesa, otros entrañables amigos y poetas Jesús Urceloy, prologuista del poemario, y Juan Carlos Mestre. La foto es de mi amigo Manuel J. Fernández, siempre tan activo con su cámara en todas mis actuaciones.

                                     https://www.youtube.com/watch?v=qcTd5lk7gio&t=4s

T. H. Eliot

T. H. ELIOT

   Jaime Gil de Biedma prologó y tradujo el libro de Thomas Stearns Eliot Función de la poesía y función de la crítica para beneficio de todos los escritores de 1968 en la colección Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral. 
   La palabra del premio Nobel permitió apreciar, y aún hoy sigue reconociéndose, el valor que la poesía y la literatura tienen en este mundo donde lo banal triunfa por doquier.
   Solo quiero reproducir esta cita de ese libro que me parece lapidaria:

El pueblo que descuida su patrimonio literario deviene bárbaro; el pueblo que deja de producir literatura paraliza su pensamiento y su sensibilidad. La poesía de un pueblo toma vida del habla y a su vez le da vida; representa su expresión más acabada de conciencia, poder y sensibilidad.” 

lunes, 30 de marzo de 2020

El silencio, la distancia

EL SILENCIO... LA DISTANCIA

 Hay un poema que apareció en mi primer libro, El disfraz de los paisajes (Amargord, 2012), que creo se ajusta a esta situación actual. 


         El silencio. El largo trazo
      alrededor de tu cuerpo.
      Mientras te dibujo
      con breves palabras,
      tú me sueñas aquí, cercana;
      apenas dos latidos. La distancia.

   En su momento el poema tuvo un origen bien diferente al que se propone aquí; pero hoy el "silencio" -salvo en esas situaciones de arraigo solidario- y la "distancia", nos obliga a imaginar nuestros cuerpos enlazados en fervor amoroso.

Ciencia ficción

CIENCIA FICCIÓN

   Como si de una narración de Ray Bradbury se tratara, nos hemos convertido en personajes de su ciencia ficción. 
   Se trata de una novela coral donde hay millones de  personajes secundarios y otros protagonistas: sanitarios, recolectores, ganaderos, pescadores, policía, transportistas... También hay un antagonista que condiciona la trama y crea un severo conflicto que probablemente tendrá, sin duda, un desenlace; pero de momento es incierto. Tendremos que seguir leyendo con ahínco esta novela.

viernes, 27 de marzo de 2020

El mundo de ayer

EL MUNDO DE AYER

En este momento de reclusión y de falta de libertades de movimiento este fragmento de El mundo de ayer del escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942) hace visible la capacidad humana para sobrevivir, a pesar de restricciones de actos y, a veces, hasta de pensamientos.


En efecto: tal vez nada demuestra de modo más palpable la terrible caída que sufrió el mundo a partir de la Primera Guerra Mundial como la limitación de la libertad de movimientos del hombre y la reducción de su derecho a la libertad. Antes de 1914 la Tierra era de todos. Todo el mundo iba adonde quería y permanecía allí el tiempo que quería. No existían permisos ni autorizaciones; me divierte la sorpresa de los jóvenes cada vez que les cuento que antes de 1914 viajé a la India y América sin pasaporte y que en realidad en mi vida había visto uno. La gente subía y bajaba de los trenes y de los barcos sin preguntar ni ser preguntada, no tenía que rellenar ni uno del centenar de papeles que se exigen hoy en día. No existían salvoconductos ni visados ni ninguno de estos fastidios: las mismas fronteras que hoy aduaneros, policías y gendarmes han convertido en una alambrada, a causa de la desconfianza patológica de todos hacia todos, no representaban más que líneas simbólicas que se cruzan con la misma despreocupación que el meridiano de Greenwich. Fue después de la guerra cuando el nacionalsocialismo comenzó a trastornar el mundo, y el primer fenómeno visible de esta epidemia fue la xenofobia: el odio, o por lo menos, el temor al extraño. En todas partes la gente se defendía de los extranjeros, en todas partes los excluía. Todas las humillaciones que se habían inventado antaño solo para los criminales, ahora se infligían a todos los viajeros, antes y durante el viaje. Uno tenía que hacerse retratar de la derecha y la izquierda, de cara y perfil, cortarse el pelo de modo que se le vieran las orejas, dejar las huellas dactilares, primero las del pulgar, luego las de todos los demás dedos; además, era necesario presentar certificados de toda clase: de salud, vacunación y buena conducta, cartas de recomendación, invitaciones y direcciones de parientes, garantías morales y económicas, rellenar formularios y firmar tres o cuatro copias, y con que faltara uno solo de ese montón de papeles, uno estaba perdido. 

jueves, 26 de marzo de 2020

Bienvenida

ABRAZO

   Comienzo este blog en una situación extraordinaria de pandemia generalizada en todo el mundo después de esa declaración de intenciones al incluir como primera necesidad la de crear y reflexionar con absoluta libertad -si eso fuera siempre posible-. 
   Hoy el mundo trata de salvar vidas por causa de un enemigo aparentemente invisible que no se apiada especialmente de aquellas personas que carecen de los suficientes recursos biológicos para defenderse.  
   Quizás en la Florencia de 1348 la realidad fuera parecida a la de hoy. Boccaccio aprovechó para deleitar a sus lectores y a sus personajes en esos últimos momentos de fatalidad con unos cuentos maravillosos llenos de encanto, picaresca y lujuria. ¿Cómo se defenderían entonces de ello? ¿Cómo se defenderían en otras ocasiones de plagas, enfermedades infecciosas generalizadas? Aunque no  siempre, tal vez el cuerpo humano es capaz de asimilar con su propia biología los cambios que provocan la muerte. Hoy al menos podemos desentrañar qué nos hace indefensos ante esta nueva plaga y cómo podemos combatirla.
   No estoy rodeado de amigos como sucede en el relato del Decamerón ni deseo tampoco convertirme en un ilustre escritor, pero sí deseo dar a conocer mis lecturas y algunas de mis obras en verso y teatro para solaz de quien quiera descubrirlas. 

martes, 24 de marzo de 2020

escritura

   Escribir despacio, bajo los escombros, en las trincheras o en los más recónditos lugares, lejos de miradas acusadoras, vigilantes, que sólo permiten que otros desentrañen cuanto hay de silencio sojuzgado. 

   Escribir como obliga la mente, con entera libertad, sin escrúpulos ni demoras, como indica nuestro ágil trazo de muñeca, retorciendo las palabras hasta sacar de ellas toda la miseria que se esconde en nosotros, con absoluta integridad. 

   Escribir como ahora escribo, deslizando la pluma para saber cómo se regula con presura nuestra claridad, nuestra leve sonrisa de niño sumiso sólo en apariencia, pues esconde en su puño la alegría de vivir. 

   El eco de las voces, Cuadernos del Laberinto, 2019.

© Foto Sonia Giménez