lunes, 3 de agosto de 2020

Literatura subversiva

DE LA SUBVERSIÓN EN LA POESÍA Y EL TEATRO

    Aplazo por unos días el final de mi "Cuento granadino", del que aún ni yo mismo tengo idea de por donde saldrá, para dedicarle una entrada a unos comentarios de varios artículos periodísticos que leí ayer dos de agosto en El País y que han llamado mi atención. 
    Se trata de la opinión de Mario Vargas Llosa en su artículo "La función de la crítica" en la que alaba la opinión crítica de algunos pensadores como Edmund Wilson para después sugerir alguna idea en la que no cabe la posibilidad de contrariarle, bien al contrario, cuando dice: "Una sociedad de buenos lectores es [...] más difícil de manipular y engañar por los poderes de este mundo. Eso no está claro en las democracias, porque la libertad parece disminuir o anular el poder subversivo de las novelas; pero, cuando la libertad desaparece, las novelas se convierten en un arma de combate, una fuerza clandestina que va en contra del statu quo, socavándolo, de manera discreta y múltiple, pese a los sistemas de censura, muy estrictos, que tratan de impedirlo."
    Quizás por su condición de novelista o porque otros géneros no tienen la popularidad de la narrativa, es curioso que la opinión de Vargas Llosa solo vea esa condición de subversión para la novela; pues añade después: "La poesía y el teatro no siempre son vehículos de aquel secreto descontento que encuentra siempre una vía de escape en la novela, es decir, son más plegables a la adaptación al medio, al conformismo y la resignación."
    Sin embargo, para contrarrestar esa idea sobre la subversión en la poesía, en la sección de El País Semanal de ese mismo día aparece el artículo de Irene Vallejo -autora del magnífico ensayo El infinito en un junco del que ya he hablado en alguna de estas entradas- "Voces en la frontera" en el que recoge un fragmento de la poeta mexicana Jimena González que contradice completamente el argumento del escritor peruano: "Alzo la voz para no negarnos, / porque tenemos nombre / y no dejaremos que lo olviden." Si buscamos información de esa autora en internet descubrimos su valentía al alejarse del mensaje oficial de muchas democracias y defender el feminismo a través de la palabra. Se puede ver en este enlace y en este otro hay dos poemas suyos con esos mismo planteamientos.
    Si buceamos en poetas que intentan subvertir el estado de la cosa pública y desentrañar sus contradicciones y, a veces, su corrupción, la nómina es inmensa. Baste señalar poetas como Antonio Machado, Pablo Neruda, César Vallejo, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Ángel González o, recientemente, Juan Carlos Mestre o Jorge Riechmann. También en mis poemas de Anónimos y de El eco de las voces se encuentran textos que difieren de esa idea de plegarse al statu quo. Aquí va una muestra incluida en Anónimos:

    Los prohombres de la patria
  escupen sus babas
  y bañan todas las mentes
  con palabras huecas,
  se convierten en ilustres
  en los mamotretos
  buscando la fuente de la edad
  y registran los bolsillos
  sin ensuciarse,
  al amparo de tiernos papeles
  alejados de la conciencia.
  Apenas un bostezo para enredar,
  un chasquido de dedos
  y el soborno se diluye.
    Nuestra vida se construye
  con el falso encanto de su presencia.

    En el teatro también encontramos esa misma necesidad de alterar el orden instituido y denunciar los abusos del poder económico y político. Curiosamente también hace pocos días en un telediario o en un documental se mencionó la reacción que supuso la representación de La torna de Els Joglars en 1977 y el encarcelamiento de todos sus integrantes. Pero la nómina de autores también puede ampliarse: Bertolt Brecht, Erwin Piscator, Vsévolod Meyerhold, Alfonso Sastre, Paloma Pedrero o alguno de los títulos de la sección de teatro  de Ediciones Irreverentes, cuyo nombre es de por sí toda una declaración de principios que contradice a Vargas Llosa.