viernes, 22 de abril de 2022

REIVINDICACIÓN DE CONCHA MÉNDEZ

Concha Méndez

Concha Méndez Cuesta (Madrid, 1898 - Ciudad de México, 1986) es una escritora española digna de tener en cuenta por su obra poética y por las referencias no solo literarias que nos ha dejado junto a sus amigos coetáneos. Merece la pena ofrecer algunos datos relativos a su vida y a su poesía por considerarla una mujer valiente con una obra muy digna de ser resaltada. 

En la mayoría de los manuales de Literatura no se menciona a Concha Méndez. Solo aparece de manera marginal y siempre en relación con los otros artífices de la denominada Edad de Plata de comienzos del siglo XX. Tal vez, como dice James Valender en la antología de la poesía de la autora en Hiperión, por la idea de rechazo que se tenía de la mujer a principios de siglo, incluso entre los escritores e intelectuales. Como necesitamos restituir a todos sus protagonistas, vaya desde aquí el reconocimiento a Concha Méndez.

La rebeldía juvenil de Concha Méndez se acrecentó con la amistad de Maruja Mallo, como aquella vez que quisieron comprar una pastilla de jabón y salieron corriendo sin pagar, o en esta otra confesión que hace la autora en sus memorias: "Íbamos por los barrios bajos, o por los altos, y fue entonces que inauguramos un gesto tan simple como quitarse el sombrero." Ese simple gesto, que ocasionó un pelea con su familia, dio origen a las denominadas "Sin sombrero"; a ellas se unieron María Zambrano, Josefina de la Torre, Rosa Chacel, etc. Era el tiempo de las vanguardias de los años veinte y el comienzo de Concha con la poesía de esta modalidad. Según cuenta ella en sus memorias, al enseñarle a Rafael Alberti sus poemas, este quedó asombrado. De aquella época es este poema impresionista "Jazz-band" incluido en Inquietudes (Madrid, 1926): Ritmo cortado. / Luces vibrantes. / Campanas histéricas. / Astros fulminantes. / Erotismos. / Licores rebosantes. / Juegos de niños. / Acordes delirantes. / Jazz-band. Rascacielos. / Diáfanos cristales. / Exóticos murmullos. / Quejidos de metales.

En su libro Surtidor (Madrid, 1928) aparece el poema "Mapas" de tono machadiano y que nos habla de esa intención suya de viajar que la caracterizó a lo largo de toda su vida: Los mapas de la escuela, / todos tenían mar, / todos tenían tierra. / ¡Yo sentía un afán / por ir a recorrerla! / Soñaba el corazón / con mares y fronteras, / con islas de coral / y misteriosas selvas... / Soñaba el corazón... / ¡ Oh sueños de la escuela. 

Su condición rebelde y soñadora fue la que le condujo a embarcarse sola en dirección a Londres, algo insólito en una jovencita, y que luego amplió a otros países, con alguna carta de recomendación que le facilitó su estancia en ellos. De esos viajes surgió Canciones de amor y tierra (Buenos Aires, 1930)  donde se incluye este poema de amor al comienzo del nuevo día: Al nacer cada mañana / me pongo un corazón nuevo / que me entra por la ventana. / Un arcángel me lo trae / engarzado en una espada, / entre lluvias de luceros / y de rosas incendiadas, / y de peces voladores / de cristal picos y alas. / Me prendo mi corazón / nuevo de cada mañana; / y al arcángel doy el viejo / en una carta lacrada. En la imagen inferior se puede ver la cubierta de este libro y la dedicatoria de Concha a María Zambrano.

La relación con los otros escritores de la Generación del 27 fue muy cercana, hasta el punto de que acabó casándose con el más joven de todos ellos, Manuel Altolaguirre, Manolito, como le llamaba Vicente Aleixandre. Junto a Manuel creó una imprenta artesanal que sirvió de fuente de publicación para ellos y sus amigos de la Generación, además de la creación de las revistas Héroe y Caballo verde para la poesía. Más tarde en el exilio de Londres, la imprenta continuará con la revista 1616, en homenaje a Cervantes y Shakespeare, y La Verónica, en Cuba. El fallecimiento de su hijo dio origen a una herida abierta que difícilmente pudo cerrarse y de ello da muestras su libro Niño y sombras (1936). De este libro es este poema: El miedo es amarillo, / y la muerte ese cielo / que a todos nos confunde. / Como una luz lejana / que no queremos ver, / está al fin de nosotros / y la vamos siguiendo / en el múltiple juego / de las horas inciertas. / Final, o estrella fija, / y dintel de la nada. / Yo sé que el frío es blanco / y el miedo es amarillo.

En el exilio surgieron varios títulos donde la tristeza del destierro y la sombra, la misma sombra de Rosalía de Castro y de Antonio Machado están presentes en Lluvias enlazadas (La Habana, 1939), Poemas. Sombras y sueños y Villancicos de Navidad, estos dos publicados en México en 1944. En los años sesenta hizo un viaje relámpago a España, pero volvió rápidamente a México donde se instaló definitivamente. Allí volvió a aparecer Entre el soñar y el vivir en 1981. De Lluvias enlazadas es este poema, una confesión quejosa de quien se siente traicionada: Vine con el deseo de querer a las gentes / y me han ido secando mi raíz generosa. / Entre turbias lagunas bogar veo a la Vida. / Deja estelas de fango, al pasar, cada cosa... / Y hablo así, yo que he sido vencedora en mi mundo, / porque pude venderme y vencer a deseo. / Pero no me he querido engañar inventándome / una imagen equívoca. Me forjé en cuanto veo... / No despierto a una hora que no traiga consigo, / en un sordo silencio, una queja enganchada. / Tiene el alma un oído que la escucha y la siente / y recibe esta queja con la pena doblada.

Sirva esta entrada como reivindicación de Concha Méndez y su obra poética, pues algunos de sus amigos la marginaron consciente o inconscientemente. Así, no hay ninguna mención de Pablo Neruda en sus memorias Confieso que he vivido, pero sí a Manuel Altolaguirre como impresor y autor de cederle la dirección de la revista Caballo verde para la poesía, cuando en realidad Concha participó vistiendo un mono azul de tipógrafa. Tampoco Vicente Aleixandre alude a ella en Los encuentros cuando habla de Manuel Altolaguirre y su "imprenta particular". Incluso yo tampoco hablo de su teatro, ¡que me perdone Concha Méndez! 

Lo que apunta Angelina Gatell, en la antología Poesía femenina española (1950-1960) preparada por Carmen Conde, sirve de colofón y homenaje a Concha Méndez: "Su mayor lujo es la vida misma, las desmedidas posibilidades de los seres humanos. Su constante alimento, el dolor que va hallando a su paso, con infinita sensibilidad va asumiéndolo todo, rescatándolo, transmutándolo en poesía de sencilla expresión y hondo latir."