viernes, 5 de junio de 2020

Gunnar Ekelöf

GUNNAR EKELÖF

No se puede leer la poesía como quien lee un cuento o una novela, lo extraordinario de ese género es lo que esconde. Así me decía mi amigo Arturo recordando una cita de Gonzalo Torrente Ballester: "Pocas cosas conozco tan excitantes y, en cierto modo tan reconfortantes, como [...] ese proceso incógnito en que se engendra la obra poética: seductor por el silencio, fascinante por la oscuridad, inquietante por la ignorancia en que vive quien lo padece."
Es necesario releer y valorar con intención aquello que nos dice el poeta para, en ocasiones, no entender nada; en otras, interpretar las ideas que sugieren la combinación de palabras creadas por el autor a partir de nuestra experiencia, o simplemente intuir lo que nos quiere hacer creer. Fíjense en estos versos del poeta sueco Gunnar Ekelöf (1907-1968), de su libro Dedicatoria (1934): 

La hora del odio ha llegado. En las horas decisivas  de las noches
La sangre late con mayor fuerza en los conductos de la soledad
Y el cuello del pensamiento que lo une a la vida
Es aplastado lentamente bajo el cristal de la eternidad.

Si observamos que esos versos pertenecen al poema titulado "Berlín 1933", nuestra experiencia nos permite contextualizar el sentido que tienen con perfecta claridad.

En el siguiente poema Ekelöf se mostró a sí mismo como un poeta al que había que considerar desde la lectura "entre líneas", como indica en "Poética", incluido en Opus incertum (1959):

Es el silencio lo que debes escuchar
el silencio escondido tras apóstrofes, alusiones
el silencio en la retórica
o en la llamada perfección formal
Esto es la búsqueda de un sin sentido
en lo que tiene sentido
o viceversa
Y todo lo que con tanto arte intento escribir
es por contraste algo sin arte
y todo el relleno está vacío
Lo que he escrito
está escrito entre líneas.

Es evidente que el poeta esconde en ese silencio ciertas connotaciones subjetivas difíciles de desentrañar.

Este otro fragmento del poema "Inscripción fósil" de sus inicios simbolistas está dedicado a la memoria del pintor sueco Carl Fredick Hill (1849-1911) y me recuerda la poesía de Juan Carlos Mestre. Más abajo reproducimos el cuadro "Fantástico paisaje rocoso" del pintor.

Yo era el príncipe de los susurros en el bosque que se mecía profundamente bajo la leche del oleaje y el viento sediento,
En el bosque donde las hierbas secretas levantaban su negra corona de polen entre las raíces que descendían sinuosas al estanque de las aguadoras y los pozos de los lagartos.
Yo era el príncipe de los susurros en la tienda de campaña de agua donde todas las voces ciegas servían a mi nombre,
En las azules grutas del castillo de agua donde el atardecer gotea de ubres de piedra.


Reunir en una sola entrada la profundidad de la poesía de Gunnar Ekelöf sería imposible. Quiero añadir unos versos sueltos de su última obra Partitura (1969) publicada póstuma:

Vivo en la esperanza
en la que siempre he sufrido:
llegar a ser comprendido alguna vez

Y en otro poema encontramos esta bellísima declaración de amor:

Te alejo de mí
sólo para abrazarte con mayor intensidad
en el próximo instante de deseo

Todos los poemas seleccionados están traducidos por Francisco J. Uriz y se pueden encontrar algunos libros de Ekelöf en castellano en este enlace.

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