lunes, 15 de noviembre de 2021

Wisława Szymborska

Me gusta abrir los libros de poesía al azar y leer cualquier poema independientemente del orden que ha propuesto el autor o el editor. Igualmente me sucede con otros libros, como creo que ya he dicho en algún momento en otra entrada; mi intuición o el consejo de mis amigos lectores son determinantes a la hora de elegir un libro de lectura. A veces me llevo gratas sorpresas. Me ha sucedido con el libro de Wisława Szymborska Poesía no completa (Fondo de Cultura Económica, 2014, 4ª reimpr.) y que tenía olvidado en mi biblioteca y al que le había dedicado poco tiempo. Al volver sobre él el poema titulado "Clásico" me ha impactado notablemente. He aquí el texto:

Unos terrores de tierra y será olvidada la vida.
La música se liberará de las circunstancias.
Cesará la tos del maestro por encima de los minués.
Y serán levantadas las cataplasmas.
El fuego devorará la peluca llena de polvo y de piojos.
Desaparecerán las manchas de tinta de los puños de encaje
Los botines, incómodos testigos, irán a la basura.
Se llevará el violín el menos dotado de todos los alumnos.
De entre las partituras sacarán las cuentas del carnicero,
Las cartas de la pobre madre acabarán en los estómagos de los ratones.
Aniquilado, se acabará el desventurado amor.
Los ojos dejarán de llorar.
La cinta rosada le servirá a la hija de los vecinos.
Los tiempos, alabado sea Dios, no son todavía románticos.
Todo lo que no es cuarteto
será, como quinto, rechazado.
Todo lo que no es quinteto
será arrastrado, como sexto, por el viento.
Todo lo que no es un coro de cuarenta ángeles
se callará como el aullido de un perro y el hipo de un gendarme.
Se llevarán de la ventana el jarrón del aloe,
el plato de veneno contra las moscas y el tarro de pomada,
y se descubrirá la vista −¡cómo no!− del jardín,
un jardín que nunca ha estado aquí.
Y ahora, escuchad, escuchad, mortales,
asombrados prestad diligentemente oído,
oh ávidos, oh, asombrados, oh concentrados mortales,
escuchad −oyentes− todo oídos.

El poema me conduce al extraordinario poeta peruano César Vallejo, el autor que desgraciadamente supo anticipar su triste final, y al verso donde expone sin tapujos la verdadera condición del ser humano: ¡Dejadme! La vida me ha dado ahora en toda mi muerte.” También el poema "El viaje definitivo" de nuestro Nobel Juan Ramón Jiménez abordó el mismo tema que la autora polaca, si bien con una perspectiva diferente: en el caso del poema de Wisława Szymborska la vida desaparece y con ello la destrucción es definitiva; sin embargo para el poeta onubense el enfoque es otro, pues él siente su muerte pero le sobrevivirá todo lo que le rodea. He aquí el poema de Juan Ramón:  

...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;

y se quedará mi huerto, con su verde árbol
y con su pozo blanco.

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;

y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará nostáljico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.

La poeta polaca Wisława Szymborska (1923-2013), ganadora del Premio Nobel en 1996, estuvo ligada al mundo literario durante toda su vida, ya fuera por sus artículos literarios, sus traducciones o su obra poética. Estos versos del poema "El cielo" resumen su identidad en muy pocas palabras: "Mis señas particulares / son el éxtasis y la desesperación." También con gran acierto en unos versos del poema "Hijos de la época" expresa su visión política: 

No es necesario siquiera que seas un ser humano

para cobrar importancia política.
Es suficiente con que seas petróleo,
forraje o materia reciclada.

A través de las metáforas de los dos últimos versos subyace en ellos, además de la necesaria identificación con otros elementos de la naturaleza -"Soy tan naturaleza como una tortuga, un árbol o una piedra", dice Sebastião Salgado-, la relación con unos materiales que permiten la transformación energética y que trascienden la simple relación metafórica para convertirse en paradigma de lo inevitable políticamente, como es la preocupación por el tratamiento que de ellos se hace para los seres humanos. 


Como se dice en algún artículo que he leído, la frase "¡No sé!" que incluyó en su discurso de aceptación del Nobel se asemeja al poema "Es una gran suerte" y que reproduzco íntegro aquí por su aparente sencillez, aunque encierra notables y profundos mensajes.


Es una gran suerte
no saber con exactitud
en qué mundo vivimos.
Saberlo exigiría
existir mucho tiempo,
mucho más
de lo que él dura.
Conocer otros mundos
siquiera para compararlos.
Elevarse por encima del cuerpo,
maestro indiscutible
en establecer límites
y presentar dificultades.
Por el bien de la ciencia,
por la claridad de la imagen
y de las conclusiones definitivas,
alzarse por encima del tiempo
en cuyo seno todo fluye y gira.
Desde esta perspectiva
adiós para siempre,
detalles y anécdotas.
Contar los días de la semana
debería parecer
una actividad sin sentido,
echar una carta al buzón,
una travesura de adolescentes,
el letrero “No pisar el césped”
una advertencia delirante.