sábado, 2 de mayo de 2020

Un banquero codicioso


UN BANQUERO CODICIOSO

En el año 2004 representé con mis alumnos del Taller de Teatro del IES Parla II una farsa en la III Muestra de teatro en el Jaime Salom de esa localidad madrileña. Se trataba de El banquero codicioso, una versión muy libre de una pieza corta escrita por el argentino Roberto Blanco, creador durante las décadas de los años 60 y 70 de obras de títeres que representaba en los barrios Boca y Barracas de Buenos Aires, también fue fundador de la Asociación de Titiriteros de Argentina y entusiasta del teatro de este subgénero como Javier Villafañe, Cándido Moneo o Roberto Cossa.
Yo solía impartir los talleres de teatro en el instituto y todos los años venían alumnos nuevos a esa asignatura por lo que necesitaba adaptarme al grupo si quería participar con ellos en las sucesivas muestras dirigidas por María José Pascual. En aquellas muestras participaban Olga Reguilón, David Peralto y José Luis Arellano, creadores de la escuela municipal de teatro que fue el germen de la actual Joven compañía.
Al comienzo de cada curso visitaba la Cuesta Moyano o la Biblioteca Nacional con el deseo de localizar piezas que se adaptaran al nuevo grupo de futuros teatreros. El siguiente paso era adaptar la obra al elenco correspondiente. En aquellos años ni Valle Inclán ni García Lorca ni Baroja ni Cervantes ni Dürrenmatt u otros tuvieron inconveniente alguno en que mutilara o modificara sus obras, por supuesto, con todos los respetos a estos gran autores.
En el caso concreto de El banquero codicioso recuerdo que localicé en la Biblioteca Nacional una breve antología de piezas de teatro de títeres. Entre ellas me gustó una con el mismo título que luego utilicé yo. Se trataba de una pieza de cuatro páginas para cinco actores escrita, como he dicho más arriba, por Roberto Blanco.
La obrita tuve de adaptarla a mis alumnos y prácticamente reescribirla. Había pensado en convertirla en una pieza de teatro de sombras y debía transformarla de manera que mis casi veinte alumnos tuvieran un papel en ella. El teatro de sombras permitía que el temor de los adolescentes a verse delante de sus compañeros en la muestra se mitigara con esa tela, aunque el contorno oscuro de ellos y su voz les delataría inevitablemente. Así fue como aquella obra para títeres de cuatro páginas se convirtió en otra de dieciséis. Al año siguiente una fotografía de nuestra representación formó parte del programa de mano de la muestra de 2005, como se aprecia en la fotografía inferior.
En 2017 decidí incluir la obra en la publicación de Ediciones Irreverentes con el título de Un banquero codicioso junto a Instituto público, otra obra de la que he hablado en una entrada anterior.
Mi amiga y compañera de tareas educativas Mila Domínguez decidió ponerla de nuevo en escena con sus alumnos del IES Avalon de Valdemoro. Se representó en el teatro Juan Prado de esa localidad madrileña en mayo de 2019 igualmente como teatro de sombras y fue todo un honor ver representada la adaptación de aquella pieza originalmente creada para títeres por Roberto Blanco.

© Carlos Tejero

© Nuria Saiz Gómez

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