miércoles, 13 de mayo de 2020

De los años y el amor


DE LOS AÑOS Y EL AMOR

Garcilaso de la Vega (1501?-1536) no sólo imitó a Francesco Petrarca (1304-1374) en la forma de sus poemas al escribir en los mismos metros que el poeta italiano, como la canción o el soneto, también hay claros indicios de que en lo relativo al contenido reprodujo los mismos temas que él, especialmente en el amoroso, como ha reconocido la crítica en este artículo del profesor Andrés González Sánchez y se aprecia en los versos que dan pie al título de esta entrada. Los de Petrarca son, según la traducción de Jacobo Cortines para la edición del Cancionero de la editorial Cátedra:

Cuando me paro a contemplar los años,
y veo mis pensamientos esparcidos,
y el fuego en que ardí helándome apagado,
y acabada la paz de mis afanes,

rota la fe de engaños amorosos,

dividido en dos partes mi bien todo,
una en el cielo y otra aquí en la tierra,
y perdido el provecho de mis males,

en mí vuelvo, y me encuentro tan desnudo

que envidia siento por cualquier destino:
tanto dolor y miedo de mí tengo.

¡Oh mi estrella, oh Fortuna, oh Muerte, o Hado,

oh siempre para mí dulce cruel día,
cómo en tan bajo estado me habéis puesto!


El soneto de Garcilaso presenta también el triste estado en que se encuentra el poeta y se lamenta del amor perdido:

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estó olvidado,
a tanto mal no sé por do he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si ella quisiere, y aun sabrá querello;

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Influidos por la temática del amor cortés los poetas medievales y de principios del Renacimiento concebían a la amada como un ser bellísimo, superior, esquivo y ajeno a la voluntad del amante. En ambas estrofas observamos el quejido amoroso, pero es en el soneto de Petrarca donde es más acuciante la realidad de los pesados años del poeta. En los dos poetas coincide la circunstancia de enamorarse de una mujer casada y fallecida en su juventud y a la que ensalzan en su obra. Laura es Petrarca, como Isabel lo es a Garcilaso.

Laura es asimilada por Petrarca como laurel, pues este árbol es identificado con Apolo, con el arte, con el poder de la profecía, como sugiere el profesor Javier Salazar Rincón en su artículo “Sobre los significados del laurel y sus fuentes clásicas en la edad media y el siglo de oro; en otras en ocasiones el poeta italiano se refiere a su amada como lauro o el auro, es decir, el oro. Este juego paronomástico también lo encontramos en Garcilaso, pero su amante Isabel es camuflada con el aparente anagrama de Elisa que encontramos en su égloga primera:“¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,/cuando en aqueste valle al fresco viento/andábamos cogiendo tiernas flores,/que había de ver con largo apartamiento/venir el triste y solitario día / que diese amargo fin a mis amores?

Los dos sonetos de estos autores tuvieron un eco muy preciso en la obra de algunos poetas posteriores, quizás más influidos por el poeta castellano como apunta la profesora Nadine Ly en su artículo “La rescritura del soneto primero de Garcilaso”. En él se pueden encontrar los textos de los imitadores, como Gaspar Gil Polo, Juan de Mal Lara, Luis de Camoens, Santiago de Córdoba, una posible atribución a Fray Luis de León, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, e incluso algunos sonetos paródicos muy divertidos que conviene leer; pero en ese artículo también encontramos los precedentes y no sólo el célebre soneto de Petrarca, sino también versos similares de Ovidio y de Dante en su Divina comedia.

Sin embargo, yo quería celebrar la existencia de un soneto de un amigo entrañable que concuerda plenamente con todos estos presentados hasta aquí. Me refiero al soneto que Antonio Muñoz Frías titula “Cuando mi verso y mi voz estén callados” y que pertenece a su última publicación Sonetos que al alma sanan publicado por la editorial Alfasur el año pasado.

Al contemplar de mi vida lo pasado,
y verla ya agotada, tan herida,
presumo que fue mal gastada y perdida,
y tiempo y primavera no he gastado.

Cuando mi verso y voz, ande olvidado
y olvidadas las horas de mi vida,
mi camino dará por no tenida
las huellas que en la vida haya dejado.

Mis lágrimas serán como lloradas
en llanto derramado, sin motivo
y por ríos, al mar serán llevadas.

Varado mi barco, y yo cautivo
en las olas del mar, alborotadas,
en ti y en tu recuerdo estaré vivo.

© Manuel J. Fernández

El poeta amigo con sus casi noventa y cuatro años es el autor de este soneto y, a pesar de que mezcla el verso dodecasílabo con el endecasílabo y los puristas podrían despreciarlo, considero que es un bellísimo poema que reúne admirablemente la sabiduría de la tradición lírica de épocas pasadas. Las fotografías pertenecen a la presentación de su libro en la Biblioteca de la Cadena de Pinto el 15 de marzo de 2019 y las hizo mi amigo Manuel J. Fernández.

© Manuel J. Fernández

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