sábado, 30 de mayo de 2020

De tertulias literarias (II)

DE TERTULIAS LITERARIAS (Segunda parte)

En la tertulia de El Balcón de la plaza de San Ildefonso lo que parecía un encuentro entre poetas poco a poco se convirtió en una reunión de amigos. Allí coincidíamos Jesús Urceloy, Eduardo García, Luis Miguel Serrano y yo que proveníamos de otras tertulias, y Juana Rubio, María Jesús Varela, María José García, su hermana Sonia, Ángel Barahona y Gonzalo Rubio. A veces aparecían por allí otros noveles escritores que, como nosotros, buscaban salir del anonimato. Éramos un grupo que no sólo tenía en común la poesía, sino cualquier inmersión en lo cultural en aquellos felices años ochenta; por supuesto, no todo era literatura, la farra hasta altas horas de la madrugada era lo común cuando nos veíamos. 
El encuentro en El Balcón cada vez nos atraía más, nos unía el compartir nuestras creaciones con total confianza, la sugerencia de lecturas que devorábamos con gusto y el tener a mano la originalidad creativa de todos nosotros y en especial de Urceloy, especialmente con su obra de teatro Don Luis en la picota o El taimado vespertino. Se trataba de una "Comedia en estilo bastante medieval", similar a La venganza de don Mendoque se desarrollaba en la corte de Bratislabia; un país imaginario con un prudente y serenísmo monarca, y su cohorte aristocrática, un juglar animoso, un abad malvado y dos pérfidas mujeres, curandera una y bruja la otra. Lo curioso es que los personajes estaban pensados con cada uno de nosotros mismos. En otra ocasión escribimos un relato a varias manos en que desarrollamos la idea de un párroco que trataba de vencer por sí solo la lujuria del mundo, lo curioso del relato era que caía en las mismas redes de quería salvar. El título era "Irreverencia" y lo quisimos presentar al premio La hucha de oro de CajaMadrid que por entonces premiaba aquellos relatos que resaltasen los valores morales y espirituales. 
En una ocasión se organizó una velada poética con invitación incluida en el séptimo aniversario de la tertulia. En ella participamos los cuatro integrantes de la información que aparece en la foto inferior.

En la Biblioteca Central de la calle Felipe el Hermoso coincidimos Eduardo García y yo preparando la oposición a secundaria, él por Filosofía y yo por Lengua y Literatura. Allí ganamos para nuestra causa tertuliana a Julio Antonio de la Cierva que preparaba su oposición a Judicatura. También estaba allí Jesús Urceloy, pero en otros menesteres laborales. De entonces es este poema que apareció en El disfraz de los paisajes (Amargord, 2012) con el título precisamente de "Biblioteca Central" y que recuerdo que lo escribí allí en un momento de inspiración. 

Apenas hay rasgos de continencia en las frentes.
Se diluyen en palabras
tráfagos de oscuridad
y latente Dioscórides en la búsqueda.
No importa que sea tarde
o que quizás llamen
tras un terrible y acuciador cristal
y..., solo eso:
movimiento de labios y brazos,
perdiéndose lejanamente
en un trémulo fulgor de los ojos.
¡Qué importa si aquí se esconde la noche
o si es preciso anotar 
en papeles perdidos
que la carne de biblioteca yace en bostezos
o delirios con los ojos!
Afuera, todo es mentira.

Durante algún tiempo me perdí en otra tertulia que dirigía Mariano Herranz en la Cafetería Cervantes, en el Barrio de las Letras. Allí nos juntábamos Ángeles López-Verde, Sonia G. Rincón, Ramón Bermejo y a veces acudía un compañero filólogo que andaba con el doctorado sobre Ramón Gómez de la Serna y del que he olvidado el nombre. De esa tertulia recuerdo un recital poético en el Salón de Actos del Centro Cultural Buenavista con el acompañamiento al piano de Elena Alcaide. 

No sé cómo la tertulia de El Balcón pasó a celebrarse en el pub La Torrecilla de la calle Torrecilla del Leal, cerca del barrio de Lavapiés. Allí se nos unieron Ángel Zapata y Alfonso Fernández Burgos y también aparecían por allí Rafi Valenzuela e Isabel Gutiérrez, que se nos fueron haciendo inseparables a Eduardo y a mí respectivamente.
Alfonso, por entonces director de la revista de Muface, sugirió que hiciésemos una revista con las creaciones que proponíamos en nuestras conversaciones. El título ya lo teníamos: sería Bratislabia y ello permitió recordar a tan insignes personajes a quienes dábamos de nuevo vida jactanciosa. Hubo algunos intentos de que aquella revista tuviera una salida digna, también un par de poemas laudatorios: uno de aire latino de Gonzalo y otro de Jesús al estilo de las coplas de Mingo Revulgo, incluso un editorial y algunas reales pragmáticas de su majestad de la corte bratislábica. El mayor aliciente de la tertulia era el desenlace en la denominada "zapatilla", un suculento manjar celebrado con cerveza en una tasca de la calle Ave María. 
Poco a poco fuimos perdiendo tertulianos: Eduardo se fue a Córdoba, Juana a Alemania, Gonzalo a Estados Unidos, Luis Miguel desapareció sin dejar huella y todos nos perdimos en el olvido del tiempo. 

2 comentarios: