lunes, 4 de mayo de 2020

Rafael Argullol


DICHOSA PERFECCIÓN

Antes de que viéramos en los medios de comunicación las terribles oleadas de inmigrantes en Lampedusa, antes de que se convirtiera en la isla de los espíritus dolientes, el profesor Rafael Argullol había confirmado el carácter paradisíaco de esta isla italiana en la novela con ese mismo título Lampedusa. Sus opiniones en los temas sociales y culturales de este filósofo, novelista, poeta y divulgador en medios de comunicación es digna de resaltar, especialmente por su implicación con la realidad de esos inmigrantes que buscan refugio en las costas europeas.
Rafael Argullol ya había diagnosticado la tragedia desde la mitología, algunas obras literarias y otras circunstancias históricas en El fin del mundo como obra de arte, quizás anticipándose a la realidad con que nos sumergimos en estos días tan dramáticos. De igual modo, en su novela La razón del mal anunciaba una pandemia, si bien de índole espiritual. En algunas de sus obras observamos que todo desemboca en un fatal desenlace sin necesidad de oráculos.
En algunos escritores ya encontramos esos mismos augurios: “Pienso si todo en la vida no será la degeneración de todo”, dice Fernando Pessoa en el Libro del desasosiego. “Todas la imágenes desaparecerán”, señala Annie Ernaux al comienzo de Los años, y en uno de mis poemas de Anónimos:”Esconde las manos creadoras/y di que todo ha sido construido/para la destrucción.”, aparecía ese mismo diagnóstico trágico, al igual que en mi entrada anterior titulada “De sombra y ruinas”.
Este anuncio de la desolación propia del mundo romántico como interpretación nostálgica, ya lo sugería Argullol en La atracción del abismo: “no es solamente la expresión de la desesperanza o el reconocimiento de la caducidad humana, sino también la materialización de una protesta contra una época a la que se considera desprovista de ideales heroicos.”

En relativo contraste a ese pensamiento destructivo en una conferencia titulada El lujo y su sombra. Pasado y presente en el CaixaForum de Madrid en octubre de 2019 con motivo de la exposición Lujo: la imagen del poder en la antigüedad. De los asirios a Alejandro Magno, el profesor Argullol resumió al final de su discurso un decálogo digno de tener en cuenta sobre su pensamiento de lo que podríamos considerar hoy como “lujo”. Ese decálogo, si no recuerdo mal, estaba integrado por los siguientes conceptos: espacio, tiempo, conversación, descubrimiento, silencio, jovialidad, lentitud, hospitalidad, viaje y compasión. Alguno de ellos ya estaba esbozado en “Siete argumentos para defender la poesía en medio del ruido”, publicado en su libro Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza.
En la realidad que vivimos hoy de confinamiento esas ideas de espacio y viaje quedan evidentemente fuera de una posibilidad inmediata; sin embargo el resto mantienen su disponibilidad. Más que nunca el tiempo, el silencio y la lentitud se nos hacen presentes. La solidaridad y la compasión son de absoluta necesidad, pues las diferencias sociales, determinadas actitudes políticas y bélicas y la voracidad de los emporios económicos provocan ese aumento de familias empobrecidas y constantes flujos de población buscando el refugio de la supervivencia. La conversación y el contraste de opiniones respetando argumentos contrarios a nuestros puntos de vista son fundamentales para una convivencia sana. Por fin, el deseo de ser como el niño que busca y curiosea hasta descubrir, sea en la conversación, en lecturas o en la observación, pensamientos nobles de personalidades que realmente nos aportan un enriquecimiento personal, nos llevarán a la idea final y que más necesitamos, que es la jovialidad. Ese deseo de bienestar que conduce a la aspiración individual de autorrealización.
Sin duda, el profesor Rafael Argullol se halla entre esas personalidades capaces de aportarnos brillantes ideas que inevitablemente nos trasladan a ese deseado bienestar y a esa dichosa perfección.

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