miércoles, 27 de mayo de 2020

De tertulias literarias (I)

DE TERTULIAS LITERARIAS (Primera parte)

Normalmente no he tenido problemas con la página en blanco al escribir. Esa sensación de vacío que se crea cuando no se tiene nada que decir y uno está obligado a  rellenar con ansiedad cuartillas y cuartillas. Pienso en Balzac, consternado por sus compromisos no cumplidos con sus editores y bebiendo y bebiendo litros de café para dar rienda suelta a su energía creadora. Tan sólo he sentido algo parecido a ese vacío tras publicar mi último libro de poesía El eco de las voces, sin embargo a los pocos días ya estaba con otra empresa poética a la que me dirijo con cierta indolencia hasta darle fin en algún tiempo cercano. Actualmente, dedico mucho tiempo a cultivar este blog con mis impresiones en estos días de encierro. 
No he sentido esa crisis de la página en blanco porque no he tenido presiones de ningún tipo, tanto para crear este blog como para publicar cualquiera de los libros que hasta ahora han aparecido en las librerías. Sigo la inercia de la magnífica idea de Virginia Woolf cuando dice que debemos dejar libres a las palabras que habitan en nuestra mente. La cita literal es esta: Las palabras viven en la mente y no en los diccionarios. Quizá la razón por la que no tenemos un gran poeta o novelista en nuestros días es porque no las dejamos ser libres, las reducimos a su significado útil.

Hay multitud de estímulos para cultivar la creación literaria. Desde los que nos ofrece la lectura de cualquier obra literaria, de cualquier noticia de prensa, la visita a un acto cultural, sea un museo, un concierto o una película..., todo ello nos permite la reflexión de todas esas ideas que se nos muestran para convertirlas en materia literaria. También con la evocación de nuestros recuerdos, emociones, pensamientos o sueños, la variedad se amplía considerablemente. Basta estar atento a lo que nuestra mente nos ofrece para desarrollar ese filón creador.
Hay otro factor fundamental en la búsqueda de estímulos creativos que dan pie al germen productivo más alentador y que, además, propicia el aprendizaje de un estilo adecuado al deseo personal de qué es lo que se quiere aportar al mundo literario: se trata de compartir con otros escritores las creaciones propias o ajenas, la consulta amigable y la asistencia a tertulias literarias. 
Con ello quiero agradecer a mis amigos Saúl Flores y Belén Morales la posibilidad que me dieron para organizar una tertulia en la Biblioteca de la Cadena de Pinto y de la que hemos celebrado algunas sesiones con lectura de creaciones propias o ajenas y los comentarios. La tertulia literaria es un foco infeccioso de creación que debería no extinguirse y contra la que nadie tendría que estar inmunizado.

Comencé en el mundo de las tertulias literarias de Madrid de la mano de mi compañero de la Facultad de Filología Luis Miguel Serrano a comienzos de los años 80. Íbamos todos los miércoles a la que organizaba el poeta y periodista cubano Roberto Cazorla y  a la que llamaba Carilda Oliver Labra en honor de la poeta de Matanzas. La tertulia se celebraba en la Cafetería Chicote de la Gran Vía. En una ocasión una de las tertulianas decidió llevar a su hijo allí. Roberto le increpó con vehemencia si no sabía adónde había traído a su hijo, pues Chicote se caracterizaba precisamente por tener como atractivo un grupo de meretrices de cierto caché. A veces la tertulia se trasladaba al restaurante de la calle Reina, que no era otra cosa que la trastienda de la célebre coctelería madrileña.
Además de nosotros dos, recuerdo a alguno de los poetas que allí encontrábamos a Elvira Levi, siempre acompañada de José Luis Crespo, militar de la UMD, Cristina Caballero, Arantza Morales, Isla Correyero, Elisenda S. Bernal,  Eduardo García, Luis Arrillaga, Alberto Prieto, Fulgencio Martínez y tantos otros. 
Roberto Cazorla recitaba con un tono apasionado algunos de sus poemas y sugería lecturas con el mismo fervor. De tarde en tarde nos regalaba alguno de sus libros y cada año organizaba unos recitales en la Agencia Efe donde trabajaba. En marzo de 1984 participé en uno de esos recitales junto a algunos de los poetas que he mencionado más arriba. Una de las tertulianas experimentadas, y ya célebre por aquella época porque había publicado un poemario con cierto éxito, me reprochó que debía aprender a escribir bien y luego dedicarme a la poesía. Mi calidad de principiante y mi timidez impidió una respuesta, sin embargo yo pensaba que la poesía carecía de las reglas propias de la narrativa, que la poesía era a veces pura transgresión..., ¿qué pensaría esta persona de Trilce o de cualquier poema surrealista? Mis versos aparecieron después en El disfraz de los paisajes y surgieron a imitación de El cementerio marino de Paul Valéry: Ce toit tranquille, où marchent des colombes / Entre les pins palpite, entre les tombes; / Midi le juste y compose de feux/ La mer, la mer, toujours recommencée! / O récompense après une pensée / Qu' un long regard sur la calme des dieux.

He aquí algunos de esos polémicos versos:
Ahogándose en cada instante,
lúcida mueca, locura,
rapsoda de la medida,
distancia de olas, infatigable,
sol sin manos apenas dormido.

Laberinto moderado, poema.
Razón oculta tras el humo
transparente de musgo y resina.
Resbala la frente
en el espejo. Mediodía.



Por entonces la tertulia se celebraba en la Cafetería El Balcón de la plaza de San IIldefonso y, tras aquel recital, algunos poetas nos alejamos de la tertulia, quizás porque Roberto Cazorla la abandonó. Luis Miguel, Eduardo y yo empezamos a buscar otros lugares apropiados en aquellos tiempos de la movida madrileña. En un encuentro en el Ateneo de Madrid coincidimos con Jesús Urceloy y, al comprobar el carisma de este todopoderoso poeta, nos hizo cambiar de aires.


2 comentarios:

  1. Para las personas de Pinto interesadas en la literatura es una suerte que compartas tus conocimientos y tu entusiasmo. Muchas gracias

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  2. Muchas gracias a ti por el interés.
    Para mí es un halago tu comentario.

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