jueves, 7 de enero de 2021

CHINUA ACHEBE

 TODO SE DERRUMBA

Observo que la información actual de los medios de comunicación habla reiteradamente de la pandemia, del enfrentamiento político en España y de fútbol, especialmente de los equipos económicamente fuertes. Se desprecian otras noticias, salvo que la emergencia o el deseo de crear sensacionalismo provoquen la curiosidad de la mayoría de los periodistas y sus empresas. África es un continente que queda en esta segunda línea de atención.

En este sentido, tenía muchas ganas de leer la novela de Chinua Achebe Todo se derrumba hace ya mucho tiempo. Desconocía a qué se refería un título tan adecuado a esta terrible actualidad. Con la lectura comprobé que el argumento de la novela tenía que ver con las asechanzas coloniales de los países europeos en el continente africano y en especial en Nigeria, de donde procede el autor y la tribu del protagonista.

La novela de Chinua Achebe se publicó en 1958 en Londres por la editorial Heinemann. Yo he manejado la edición española de Alfaguara traducida por Fernando Santos. También ha sido traducida como Todo se desmorona, y el título procede de unos versos del poeta irlandés William Butler Yeats (Girando y girando en órbita creciente / El halcón ya no oye al halconero / Todo se derrumba, el centro ya no aguanta; / El mundo se sume en mera anarquía).

Todo se derrumba nos sitúa en el momento en que la colonización europea se va adueñando poco a poco de la tierra, las costumbres y las personas de las tribus nigerianas. El protagonista Okonkwo desde niño se diferenció de su padre, el pusilánime Unoka. Por eso quiso ser altivo y defensor de las costumbres que caracterizaban a su clan. A los dieciocho años logró batir al gran luchador Amalinze El Gato y conseguir un puesto de relevancia en su tribu de Umuofia. 

Sin embargo, la desgracia lo persiguió durante toda su vida: Una de sus mujeres, Ekwefi, había parido diez hijos y sólo le sobrevivió la niña enfermiza Ezinma, aunque por su tesón pudo subsistir y ganarse el cariño de su padre. 

Un ridículo accidente en las exequias del gran patriarca Ezeudu provocó que fuera exiliado durante siete años a la tierra de su madre Mbanta, donde acudió con su familia abandonando su cosecha de ñames, el producto fundamental de su alimentación.

La llegada  del hombre blanco a las tierras de Okonkwo produjo su derrumbe definitivo. Traía su religión de un único dios y rechazaba las raíces espirituales de la tradición africana. Ese hombre blanco fue atrayendo a muchos jóvenes, incluso al hijo del protagonista, Nwoye.

En Umuofia había hombres y mujeres que no estaban tan decididamente en contra de la nueva situación como Okonkwo. Era verdad que el hombre blanco había traído una religión para lunáticos, pero también había construido un centro comercial y por primera vez el aceite de palma y los frutos secos obtenían muy buenos precios, y a Umuofia llegaba mucho dinero.
E incluso en la cuestión de la religión, había una sensación cada vez mayor de que quizá tuviera sus méritos después de todo, de que quizá hubiera algo vagamente con sentido en medio de aquella locura.

Tal es la influencia del hombre blanco, especialmente en materia religiosa que es capaz de hacer valer sus derechos e imponer los castigos de quien infrinja la ley escrita por él.

La novela es un ejemplo de cómo la colonización europea fue destuyendo costumbres y rituales acendrados desde tiempos inmemoriales en tribus africanas. Tribus que han vivido con ellas respetando el medio ambiente y asegurando su subsistencia con los productos agrícolas adaptados a ese medio natural.

En uno de los capítulos Ekwefi relata unos cuentos tradicionales y su hija Ezinma continúa con una fábula, pero en analogía con otras costumbres también "se interrumpieron los cuentos populares", como si se augurara el fin de esa tradición oral tan rica en toda África.

Érase una vez que la Tortuga y el Gato se pusieron a pelear con los Ñames... No, no empieza así. Érase una vez que había una gran hambre en el reino de los animales. todo el mundo estaba muy flaco, menos el Gato, que estaba muy gordo y tenía el cuerpo lustroso como si se lo hubiera frotado con aceite de palma...
Se interrumpió porque en aquel mismo momento una voz alta y aguda rompió el silencio exterior de la noche. Era Chielo, la sacerdotisa de Agbala, que hacía una profecía. Aquello no era nada nuevo. De vez en cuando, Chielo quedaba poseída por el espíritu de su dios y empezaba a profetizar. Pero aquella noche dirigía su profecía y sus saludos a Okonkwo, de modo que todos los de su familia escucharon atentos. Se interrumpieron los cuentos populares.

Todo se derrumba espero que no se convierta en un vaticinio de ruptura de los modos de vida, en especial, los altruistas con otros países y los saludables con el medio ambiente; y que la situación tan terrible que vivimos actualmente nos haga reflexionar para valorar con la atención que merecen todas las personas y países sin las implicaciones devoradoras de los poderosos contra los débiles. Europa recoge ahora en forma de inmigración la cosecha que sembró en África de siglos anteriores. Tendremos que ser capaces de ofrecer con generosidad todo lo arrasado y despreciado. 

Ojalá que sean proféticos los versos de Hölderlin de su "Himno a la Libertad". Completo aquí toda la estrofa que aparece en la cabecera del blog: Todo cuanto fue presa del tiempo / florecerá de nuevo mañana, más hermoso; / la primavera nacerá de la destrucción / tal Uranio naciendo entre las olas. / Cuando las pálidas estrellas inclinan su cabeza, / Hyperión resplandece en su trayecto heroico. / Continuad pudriéndoos, esclavos; días de libertad / se alzarán sonrientes sobre vuestras tumbas.


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