viernes, 27 de marzo de 2020

El mundo de ayer

EL MUNDO DE AYER

En este momento de reclusión y de falta de libertades de movimiento este fragmento de El mundo de ayer del escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942) hace visible la capacidad humana para sobrevivir, a pesar de restricciones de actos y, a veces, hasta de pensamientos.


En efecto: tal vez nada demuestra de modo más palpable la terrible caída que sufrió el mundo a partir de la Primera Guerra Mundial como la limitación de la libertad de movimientos del hombre y la reducción de su derecho a la libertad. Antes de 1914 la Tierra era de todos. Todo el mundo iba adonde quería y permanecía allí el tiempo que quería. No existían permisos ni autorizaciones; me divierte la sorpresa de los jóvenes cada vez que les cuento que antes de 1914 viajé a la India y América sin pasaporte y que en realidad en mi vida había visto uno. La gente subía y bajaba de los trenes y de los barcos sin preguntar ni ser preguntada, no tenía que rellenar ni uno del centenar de papeles que se exigen hoy en día. No existían salvoconductos ni visados ni ninguno de estos fastidios: las mismas fronteras que hoy aduaneros, policías y gendarmes han convertido en una alambrada, a causa de la desconfianza patológica de todos hacia todos, no representaban más que líneas simbólicas que se cruzan con la misma despreocupación que el meridiano de Greenwich. Fue después de la guerra cuando el nacionalsocialismo comenzó a trastornar el mundo, y el primer fenómeno visible de esta epidemia fue la xenofobia: el odio, o por lo menos, el temor al extraño. En todas partes la gente se defendía de los extranjeros, en todas partes los excluía. Todas las humillaciones que se habían inventado antaño solo para los criminales, ahora se infligían a todos los viajeros, antes y durante el viaje. Uno tenía que hacerse retratar de la derecha y la izquierda, de cara y perfil, cortarse el pelo de modo que se le vieran las orejas, dejar las huellas dactilares, primero las del pulgar, luego las de todos los demás dedos; además, era necesario presentar certificados de toda clase: de salud, vacunación y buena conducta, cartas de recomendación, invitaciones y direcciones de parientes, garantías morales y económicas, rellenar formularios y firmar tres o cuatro copias, y con que faltara uno solo de ese montón de papeles, uno estaba perdido. 

4 comentarios:

  1. Pues me parece que en el mundo que nos espera mañana van a incrementarse las humillaciones, los controles y la xenofobia. En fin, que estamos apañaos, como dirían en mi pueblo.

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  2. Efectivamente, la voracidad de las multinacionales y sus vasallos no se arrugará; pero eso no quita para que sigamos denunciando esas actitudes salvajes del modo que podamos.

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  3. Muy interesante el artículo, lamentablemente cada dia vamos perdiendo mas valores, y aumenta la ignorancia, las humillacioned, la xenofobia... Y un sin fin de actitudes horrorosas. Espero que muchos niños de hoy, que seran la generación del mañana, se queden con los valores que todavía algunos seguimos inculcando.

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    1. Muchas gracias por tu comentario Yuli.
      Debemos continuar luchando para evitar la ignorancia, la humillación, la xenofobia y otras barbaridades que deberían ser ajenas a toda la humanidad.

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