EL MUNDO DE AYER
En este momento de reclusión y de falta de libertades de movimiento este fragmento de El mundo de ayer del escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942) hace visible la capacidad humana para sobrevivir, a pesar de restricciones de actos y, a veces, hasta de pensamientos.
En efecto: tal vez nada demuestra de modo más palpable
la terrible caída que sufrió el mundo a partir de la Primera Guerra Mundial
como la limitación de la libertad de movimientos del hombre y la reducción de
su derecho a la libertad. Antes de 1914 la Tierra era de todos. Todo el mundo
iba adonde quería y permanecía allí el tiempo que quería. No existían permisos
ni autorizaciones; me divierte la sorpresa de los jóvenes cada vez que les
cuento que antes de 1914 viajé a la India y América sin pasaporte y que en
realidad en mi vida había visto uno. La gente subía y bajaba de los trenes y de
los barcos sin preguntar ni ser preguntada, no tenía que rellenar ni uno del
centenar de papeles que se exigen hoy en día. No existían salvoconductos ni
visados ni ninguno de estos fastidios: las mismas fronteras que hoy aduaneros,
policías y gendarmes han convertido en una alambrada, a causa de la desconfianza
patológica de todos hacia todos, no representaban más que líneas simbólicas que
se cruzan con la misma despreocupación que el meridiano de Greenwich. Fue
después de la guerra cuando el nacionalsocialismo comenzó a trastornar el
mundo, y el primer fenómeno visible de esta epidemia fue la xenofobia: el
odio, o por lo menos, el temor al extraño. En todas partes la gente se defendía
de los extranjeros, en todas partes los excluía. Todas las humillaciones que se
habían inventado antaño solo para los criminales, ahora se infligían a todos
los viajeros, antes y durante el viaje. Uno tenía que hacerse retratar de la
derecha y la izquierda, de cara y perfil, cortarse el pelo de modo que se le
vieran las orejas, dejar las huellas dactilares, primero las del pulgar, luego
las de todos los demás dedos; además, era necesario presentar certificados de
toda clase: de salud, vacunación y buena conducta, cartas de recomendación,
invitaciones y direcciones de parientes, garantías morales y económicas,
rellenar formularios y firmar tres o cuatro copias, y con que faltara uno solo
de ese montón de papeles, uno estaba perdido.
Pues me parece que en el mundo que nos espera mañana van a incrementarse las humillaciones, los controles y la xenofobia. En fin, que estamos apañaos, como dirían en mi pueblo.
ResponderEliminarEfectivamente, la voracidad de las multinacionales y sus vasallos no se arrugará; pero eso no quita para que sigamos denunciando esas actitudes salvajes del modo que podamos.
ResponderEliminarMuy interesante el artículo, lamentablemente cada dia vamos perdiendo mas valores, y aumenta la ignorancia, las humillacioned, la xenofobia... Y un sin fin de actitudes horrorosas. Espero que muchos niños de hoy, que seran la generación del mañana, se queden con los valores que todavía algunos seguimos inculcando.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario Yuli.
EliminarDebemos continuar luchando para evitar la ignorancia, la humillación, la xenofobia y otras barbaridades que deberían ser ajenas a toda la humanidad.