GEORGE ELIOT
La escritora británica George Eliot (1819-1880), como tantas otras mujeres en épocas pasadas, tuvo que cambiar su verdadero nombre, Mary Ann Evans, por el de un hombre. En su momento no se comprendía que una mujer fuera culta y escribiera novelas magníficas. Como señala Pilar Hidalgo en el prólogo de la edición de Middlemarch de la editorial Cátedra, así pensaban los críticos de la producción literaria de las mujeres en la época en que se publicó esta novela (1872): "La novela de un hombre es por lo general un producto más acabado que la de una mujer, su educación y su experiencia le dan un campo más amplio de pensamiento y una mayor variedad de personajes, suele presentar a personajes e incidentes de forma más artística y escribe mejor que sus rivales." La novela de Mary Ann Evans contradice en todo los argumentos simplistas de quien fuera el autor de esta cita. La recomendación de leer Middlemarch me llegó gracias a lectura de la columna de los sábados en El País de Antonio Muñoz Molina y, al igual que a él, su lectura no me ha decepcionado, bien al contrario.
La novela lleva el subtítulo de Un estudio de la vida de provincias y encierra un cúmulo de relaciones personales entre distintas familias: elogios y vituperios, admiración y calumnias, deseos de que el poder de uno sea asumido sin condiciones por otros... Sin embargo, no quiero desentrañar el argumento de la novela, que se puede leer en la página web de Wikipedia, sino resaltar unos pocos fragmentos de la novela que me parecen extraordinarios y que confirman la maestría de la autora, como la cita que aparece en la cabecera de este blog.
El tiempo, al igual que el
dinero, se mide por nuestras necesidades. (221)
Cuando el alma de un hombre se
pudre […] depara toda clase de hongos y nadie puede saber de
dónde procedió la semilla. (503)
¿Qué soledad hay mayor que la de
la desconfianza? (535)
El cielo se ha encargado de que
no todo el mundo sea creador. (536)
Dejo para el final este fragmento: Ser poeta significa tener un alma tan ágil para discernir que no se escape ningún matiz de cualidad, y tan ágil para sentir que el discernimiento se convierta meramente en una mano que toca las fibras de la sensibilidad con una variación muy finamente ajustada; un alma en la que el conocimiento se convierte instantáneamente en sentimiento y el sentimiento rebrota como un nuevo origen del conocimiento. (310)
¡Qué mujer tan maravillosa, supo ver cómo el alma del poeta dispone con su creación de un valor imprescindible para ofrecer una visión de la realidad más allá de las apariencias!
No hay comentarios:
Publicar un comentario