In memoriam de Margarita Jerez
Es difícil encontrar en una persona la sencillez y el compromiso para desarrollar correctamente cuanto uno pretende en esta vida. Con esa naturalidad y ese arrojo Margarita Jerez, nuestra amiga y compañera de tareas educativas, se caracterizó en todo momento. Lamentablemente, hace unos días supimos de su fallecimiento.
Coincidimos con ella mi mujer Isabel y yo en
el instituto público de Valdemoro hace la friolera de treinta años. Allí junto
a otros compañeros (Trini, Lourdes, Ana, Paz, Rosa Esther, Pilar, Rosa, Juan...)
conocimos las cualidades humanas y profesionales de Margarita: su preocupación
y sus inquietudes culturales tenían como foco la búsqueda de materiales
educativos, no sólo para sus alumnos, también para los compañeros que
compartimos con ella el Departamento de Lengua. Conservamos algunos de esos materiales
didácticos que generosamente nos ofrecía y aún hoy los sugerimos a otros
compañeros como una rueda inacabable; como el célebre texto de La escuela vacía de Tahar Ben Jelloum.
De la época en el centro recuerdo un hecho
que hoy se me antoja entrañable y dice mucho de la calidad humana de Margarita.
A la sazón ella era jefa de estudios y llevaba su tarea con la dedicación plena
que le caracterizaba en todo aquello que emprendía. Se había comprometido con
varios alumnos, probablemente de segundo o de tercero de BUP, en realizar un
viaje de fin de curso. La salida estaba organizada y la persona que la acompañaría
en el último momento no pudo ir al viaje dejando en la estacada a
Margarita. En un claustro, donde ella confirmó que iría a la salida a pesar del
abandono de esa persona, solicitaba que alguien se uniera a ella para
cumplir la promesa que había hecho a los estudiantes. Al finalizar el claustro
le dije que, si no había nadie que la pudiera acompañar, yo me ofrecía para
hacerlo. En último término otra compañera fue con ella y el tema se resolvió
favorablemente. Sin embargo, cuando llegamos en septiembre a los exámenes
extraordinarios Margarita me regaló el cuaderno de trabajo teatral de las Comedias Bárbaras de Valle-Inclán que por
aquel entonces se representaba en el Teatro María Guerrero de Madrid. Ella sabía
de mi gusto por el teatro, pues ese curso yo había participado junto a otras
compañeras en varias representaciones en el teatro municipal de Valdemoro[1],
y así me agradecía con su habitual generosidad mi ofrecimiento, a pesar de que
otra persona había realizado esa salida de fin de curso y no yo.
Recuerdo otro momento en su casa del norte
de Madrid donde nos invitó un día a pasar con ella una jornada memorable,
bañándonos en la piscina que compartía con otros vecinos. Entonces supimos de
su nuevo destino en el IES María Guerrero de Collado Villalba, más cerca de su
casa, donde también dejó la estela de su excelente personalidad.
Tras su jubilación volvimos a vernos en
varias ocasiones, en una cafetería de Argüelles donde ella participaba con
otros amigos en un club de lectura, en el Salón de Libro Teatral en Lavapiés
donde nos acompañó a mi mujer y a mí por la publicación de mi obra de teatro Instituto público o en la presentación
de El eco de las voces en la Librería
Los editores de Madrid.
El librero de la caseta de libros de segunda
mano de Alonso Martínez echará de menos sus detalles: ella le compraba algunos
de los libros que le interesaban pagándolo como corresponde y luego, una vez
leídos, se los devolvía para que los volviera a poner a la venta, por supuesto,
sin reclamarle ningún dinero. Ella, amante de la lectura y de la cultura en
general, cuando desalojó su casa de Madrid para irse a otra más pequeña y
cómoda me regaló uno de sus libros más queridos, las Memorias del estanque de Antonio Colinas. Hoy lo conservo con grato
recuerdo, al igual que su memoria.
[1] Rosa lo hizo con La paz de Aristófanes, Trini con Yerma de Federico García Lorca y yo con El Horroroso crimen de Peñaranda del Campo de Pío Baroja. La labor de Rosa Esther, de Paz y de muchos alumnos en la búsqueda del atrezzo necesario y de la creación de los decorados fue extraordinaria.
Lamento mucho esta noticia.Margarita fue profesora mía el IES Cardenal Cisneros y realmente le debo mucho acerca de quién soy.
ResponderEliminarNunca tuve la oportunidad de agradecérselo pasados los años.
Esta pequeña nota es un pequeño homenaje a su labor como docente y como persona.
Javier García Vázquez
IES Carlos Bousoño
Muchas gracias, Javier, por tu comentario. Nosotros también lamentamos la muerte de Margarita, una mujer tan espléndida y generosa con todo y con todos. Saludos..
EliminarHola Carlos.
ResponderEliminarLamento mucho el fallecimiento de Margarita.
Fui alumna suya de EGB en los 70.
Ha sido la mejor profesora que he tenido en todos mis años de formación.
En aquellos tiempos oscuros era una luz de sabiduría, sensibilidad y libertad. Supo de mi afecto por ella.
Mi familia y yo la queríamos mucho.
Es bonito tu relato.
Mar Lagunas
Muchas gracias, Mar Lagunas. La echamos mucho de menos.
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