DIARIOS
La editorial Acantilado ha editado los Diarios de Stefan Zweig. Son nueve cuadernos que abarcan desde 1912 hasta 1940 con interrupciones de diversos años. Los periodos más sobresalientes se corresponden con ambas guerras mundiales y vemos una notable diferencia en los comentarios que hizo de las dos: en la Primera Guerra Mundial hay una evidente disparidad en lo que concierne al comienzo de ella, la afirmación de la necesidad de esa guerra, y durante el largo proceso de la misma, su idea cambió y se proclamó defensor de las corrientes pacifistas representadas especialmente por su amigo francés Romain Rolland. En la Segunda Guerra Mundial Stefan Zweig se vio peligrosamente señalado por su condición de austriaco y judío cuando vivía en Londres en plena guerra: "Noto crecer la desconfianza hacia nosotros día a día, cada vez más N. B. S. [En una nota se indica: 'Probablemente, la abreviatura de "not born subject", aplicable a los no nacidos en territorio británico. Tradicionalmente el derecho consuetudinario inglés distinguía entre los not born subject, denizen, alien friends y alien enemies] y noto que el rechazo adquiera proporciones germánicas. Pero ¿adónde huir?" (13 de mayo de 1940). Unos días después, el 24 de mayo, su desánimo continúa: "Me atormenta mi imaginación clarividente: veo perfilarse los escalofriantes contornos de la postguerra en Inglaterra, los estallidos de odio que, una vez más recaerán en nosotros, ya sea por nuestra condición de extranjeros o por la de judíos. No sólo hemos de contar con ser perseguidos una vez más, con perder los últimos medios de subsistencia, sino también con el odio." Aunque se le concedió la nacionalidad inglesa, al igual que a su mujer Lotte Altmann, en marzo de 1940, su condición de austriaco y hablante alemán y además judío, le condicionaban a ser una persona bajo sospecha.
Muchos de sus comentarios son breves y hacen referencia a la necesidad que tenía el autor de dedicarse a su creación literaria. Los del último cuaderno, de mayo y junio de 1940, son más extensos y se expresa en ellos la desesperación personal por la creencia de que el nazismo se consolidaría en todo el mundo.
La totalidad de estos Diarios se presenta con una prosa límpida, ejemplar, y manifiesta su agudeza tal y como la conocemos en la mayoría de sus obras, especialmente en sus memorias El mundo de ayer, de obligada lectura no solo para tener datos del autor, sino para conocer la pérdida material y moral que supusieron las dos conflagraciones mundiales. En varios fragmentos se pueden extraer aforismos que demuestran el optimismo del autor, a pesar de la adversidad. Véase esta afirmación relativa a la condición humana, aunque bien sirve para referirse al medio ambiente: "La naturaleza es admirable incluso cuando es destructiva", o esta otra cuando habla de la monumentalidad de Nueva York en 1935: "La luz se ha puesto a nuestro servicio y se ha hecho el esplendor." Su visión de la gran metrópoli en aquel año difiere notablemente de la que nos dejó Federico García Lorca en Poeta en Nueva York. Stefan Zweig señala que Harlem es el barrio de los negros, pero no observa que haya racismo contra ellos porque los distritos están separados ("Es una ciudad estratificada, en absoluto homogénea, hecha de islas dispares."), a diferencia de lo que sí encontramos en la obra del poeta granadino: "¡Ay, Harlem!, ¡Ay, Harlem!, ¡Ay, Harlem! / No hay angustia comparable a tus ojos oprimidos, / a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro, / a tu violencia granate, sordomuda en la penumbra, / a tu gran rey prisionero, con un traje de conserje."
Si tuviera que resaltar algunos temas que aparecen en sus Diarios, me detendría especialmente en la preocupación que Stefan Zweig tenía con la creación literaria. Refiriéndose a Rainer María Rilke, el poeta que se detenía con delectación en los pequeños detalles, "escribir poesía es un acto religioso para él, como rezar, y que no siempre posee la misma devoción, pues exige un singular estado de recogimiento interior." En relación con esta idea, observo que hay poetas, como mi amigo Antonio Muñoz Frías, que tienen una gran facilidad para la escritura, como si su musa, por llamarlo de alguna manera, estuviera permanentemente a su lado, con una capacidad pasmosa para abstraerse de toda la barahúnda de ruidos y agresividad que nos rodea; mientras que otros, y ahí me incluyo yo, el poema no surge sino por esos escasos momentos en que nos alejamos de la eterna confusión en que vivimos, para poder poetizarla.
Más adelante, el 20 de noviembre de 1917, Zweig continúa hablando de Rilke con estas palabras: "...se percibe el profundo misterio de ese hombre en apariencia frío e impersonal, porque siempre disimula lo más íntimo, no lo exhibe en sus obras, sino que lo mantiene en la sombra de su vida. Sólo a veces, cuando trato con personas próximas a él, me doy cuenta de que ha depositado en sus poemas lo más valioso de su existencia y adivino cómo se prodiga ese artista en apariencia tan parco. Sin duda es uno de los pocos hombres que tienen un estilo de vida propio y que interpretan la palabra, la esencia del poeta, en un sentido elevado e íntimo." Y alude a su Libro de horas: "...me doy cuenta de que, para Rilke, el sentido de la creación poética no se halla en el hecho de fijar la realidad, sino en el de compararla. No se adentra en el mundo, sino que lo intensifica a través de la variedad; el desorden del mundo fluye en él con el ímpetu de un torrente y su labor consiste en conferirle forma. Cobro conciencia del poder de la creación poética."
El espectáculo teatral también ejerce un gran poder de atracción en nuestro autor, pero es en la música donde encontramos unos comentarios realmente llenos de la lucidez que producen: "Vuelvo a escuchar el cuarteto Rosé. Y, en medio de una obra tardía preciosa -el adagio del opus 125 [Probablemente el Cuarteto de cuerda en mi bemol mayor, op.127, de Ludwig van Beethoven]- siento el susurro de un pensamiento íntimo: ¿cómo es posible que en un mundo en el que existe algo tan bello, en este preciso instante los hombres se estén lanzando granadas? Es una pregunta para la que no tengo respuesta, y, sin embargo, al escuchar esas notas celestiales me resultó más inconcebible que la propia muerte." (14 de diciembre de 1915). Con estas palabras de Stefan Zweig comprobamos que el hombre es capaz de conseguir los mayores logros culturales y artísticos, pero también de corromperlos y destruirlos por su afán devastador, en ocasiones, en nombre de falacias o límites o deseos de poder.
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